Opinión – Miércoles 23 de marzo de 2011
Adolfo R. Taylhardat
Este es el nombre de la operación que adelanta la coalición internacional integrada por países europeos, los Estados Unidos y Canadá para establecer la zona de exclusión de vuelos en Libia dispuesta por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la resolución 1973 (2011). En mi artículo titulado: “Libia – Más vale tarde que nunca”, publicado el pasado sábado 19-03 en este mismo diario me referí ampliamente a los alcances de esa resolución (http://internacional.eluniversal.com/2011/03/19/mas-vale-tarde-que-nunca.shtml)
Hasta ahora la operación ha sido exitosa en asegurar las condiciones para la implantación de la zona libre de vuelos. Han sido neutralizados los sistemas de defensa antiaérea de Libia y puestos fuera de combate por lo menos 20 de esos sistemas equipados con misiles tierra aire de alcance mediano capaces de derribar aviones de la coalición. También han sido neutralizadas las baterías antiaéreas fijas ubicadas en las inmediaciones del palacio presidencial y en varios sitios de Trípoli. Con precisión quirúrgica han sido atacados otros centros importantes que podían entorpecer la implantación de la zona de exclusión aérea.
Al mismo tiempo se reciben informaciones contradictorias provenientes Libia. Por un lado el sátrapa libio sigue en su actitud radical y desafiante – asegura que está preparado para una “larga y gloriosa guerra” –; por otro lado militares libios han anunciado “un alto al fuego inmediato” cuyo cumplimiento genera justificadas dudas ya que el anterior cese de hostilidades fue aprovechado por Gadafi sirvió para masacrar a los rebeldes en Bengasi.
En todo caso, este llamado al cese del fuego parece indicar que el régimen libio está fracturado y esto podría ser el comienzo del fin de esta operación militar.
Los militares libios deben estar saber que no están en condiciones de resistir a la acción militar que despliega la coalición internacional. El armamento más efectivo con que contaba el régimen eran los sistemas de misiles antiaéreos y han sido prácticamente destruidos. Los aviones de la fuerza aérea son viejos o están inoperantes. Muchos de los 800 tanques de guerra están también en mal estado. Además, la fuerza armada libia ha sufrido un proceso de desmantelamiento y de sustitución por una milicia popular controlada directamente por Gadafi. Él es el comandante supremo de la fuerza armada sobre la cual mantiene un control estrecho mediante una camarilla de elementos de su estricta confianza. Suena familiar ¿verdad?
El anuncio desesperado de que están abiertas las puertas de los arsenales y la invitación al pueblo a armarse para defender el régimen es otro signo de debilidad del régimen que parece confiar más en el escudo humano de un “millón de civiles” armados, en su mayoría niños, que e su fuerza armada.
Ya se han producido importantes deserciones en las altas esferas del mando militar libio. Entre los casos más significativos se cuentan los siguientes: el Mayor General Abdul Fatta Younis al-Obaidi, quien participó en el golpe de Estado que llevó a Gadafi al poder en 1969 se plegó a los rebeldes y dirigió el ataque contra las fuerzas de seguridad en Bengasi; el Coronel Tarek Saad Hussein, uno de los siete coroneles que asumieron el comando de las fuerzas rebeldes en Bengasi, apoya la sustitución del actual régimen militar por un gobierno democrático; Abdul Salam Jalloud, quien también participó en el golpe de 1996 y se desempeñó como segundo comandante de la Fuerza Armada, se ha declarado abiertamente en contra del dictador; Mustafá Abdul Jalil Ex-Ministro de Justicia es ahora Jefe del gobierno interino establecido en Bengasi; el General Abdel Fattah Younis, Ministro del Interior también desertó del régimen de Gadafi y forma parte de la directiva del Consejo Nacional de Transición.
Un caso dramático y heroico es el del piloto que por no estar de acuerdo con la orden de bombardear a los rebeldes optó por estrellar su avión contra un complejo militar de Gadafi.
Mención aparte merece el caso del General Abu Bakr Younis Jaber, uno de los miembros originales del Consejo del Comando Revolucionario, miembro del primer círculo de leales a Gadafi, Secretario General del Comité Interino para la Defensa, hasta hace poco Ministro de la defensa y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, quien se encuentra bajo arresto domiciliario por ser una de las personalidades que podría encabezar un golpe de Estado contra Gadafi.
Evidentemente la lealtad de los más estrechos defensores del “rey de reyes” comienza a debilitarse. Seguramente este es uno los fines que persigue la coalición. Nadie está dispuesto a sacrificarse por una causa perdida. Un golpe de estado contra un dictador que llegó al poder por un golpe de estado no es condenable si abre el camino hacia la instauración de un régimen auténticamente democrático, libre de radicalismo de todo tipo, respetuoso de los derechos humanos y de las obligaciones internacionales.
Espero que la dinámica de los acontecimientos no haya convertido en fiambre este artículo para el momento de su publicación.
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