Por eso, cuando aparece la límpida imagen de una joven madre venezolana, a la que los peores y más despiadados ataques no han logrado mellar, demostrando el coraje y la decisión venezolanista que la caracteriza, caen en pánico y muestran la desesperación de su inevitable terror. Están aterrados y confundidos. Ladran, y como bien le comentara Don Quijote a su escudero ante la jauría que los acosaba: “es señal de que avanzamos, Sancho”.
Pedro Lastra
Sin la menor conciencia de la popularidad y el respeto de que disfruta en el exterior, el fascismo cotidiano se ha hecho este pasado domingo a la imposible tarea de humillar a María Corina Machado impidiéndole ejercer sus derechos como ciudadana y candidata a la próxima Asamblea Nacional. Que con ella y las decenas y decenas de diputados democráticos habrá reconquistado el derecho a ser mencionada con mayúsculas. Iba acompañaba por algunos dirigentes conocidos nacional e internacionalmente por sus ejecutorias al frente del movimiento estudiantil, como nuestro querido Ricardo Sánchez.
Logran con ello un objetivo útil a la oposición y desastroso para el régimen: demostrar que en la Venezuela de Hugo Chávez las elecciones se cumplen en el marco de las mayores irregularidades, con un CNE al servicio del régimen y bajo condiciones flagrantes de desigualdad, el más descarado uso de recursos públicos y el aparato de Estado – incluidas las fuerzas armadas – al irrestricto servicio del régimen. Con un agravante: la intimidación y el terror que pretenden implementar los cada día más escasos seguidores del teniente coronel. Fascismo puro.
Las imágenes dieron la vuelta al mundo. En ellas se veía el talante pacífico y conciliador con que se expresaban quienes acompañaban a la candidata, su absoluta discreción en el manejo de la situación, contrastada con la virulencia agresividad de hombres y mujeres vestidos de rojo y enrojecidos por la furia y el terror.
La conclusión no puede ser más evidente: si esos enfurecidos simpatizantes del teniente coronel Hugo Chávez fueran la mayoría que proclaman ser no necesitarían ser víctimas de sus propias iracundias. Podrían mostrar el talante burlesco y sobrador con que en el pasado se refirieran a “los escuálidos”, gozaran escanciando la consigna de que Chávez los tenía locos y humillando a sus candidatos con remoquetes inventados por la inverecundia presidencial.
Están aterrados y confundidos. Saben consciente o inconscientemente que se les escapó el tren de la historia, que han sido desnudados en toda su miseria y vileza, que han demostrado representar lo más ruin y bajo de la (in)cultura nacional y que reducidos a la modestia de un gobierno de retirada no pueden ocultar su monstruosa ineficiencia, sus latrocinios, sus corruptelas.
Por eso, cuando aparece la límpida imagen de una joven madre venezolana, a la que los peores y más despiadados ataques no han logrado mellar, demostrando el coraje y la decisión venezolanista que la caracteriza, caen en pánico y muestran la desesperación de su inevitable terror. Están aterrados y confundidos. Ladran, y como bien le comentara Don Quijo a su escudero: “es señal de que avanzamos, Sancho”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario