La exaltación de los golpes de Estado durante un año electoral se presta a diferentes interpretaciones, en particular en un país tan polarizado
La primera gran fiesta que celebrará el Gobierno en este año crucial para la democracia venezolana es la de los 20 años del golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, que encabezó el actual mandatario Hugo Chávez. Los preparativos están a cargo del general en jefe Henry Rangel Silva, recientemente nombrado ministro de la Defensa, el mismo que declaró que el Ejército no aceptaría un resultado electoral adverso al Presidente, porque estaba casado con su "proyecto revolucionario".
De esta forma se obliga a la fuerza armada a celebrar el acto de indisciplina con el que un grupo de oficiales de menor graduación pasó por encima de sus superiores, violando uno de los principios fundamentales de la institución, para atentar contra la democracia y contra un gobierno constitucional que había sido electo por el pueblo tres años antes.
El golpe fue un fracaso ridículo. Los jefes se rindieron y dejaron colgando de la brocha a los soldados que trajeron engañados hasta Caracas. Pero los golpistas lograron asesinar a decenas de venezolanos inocentes que se opusieron a sus designios o que se encontraban en su camino mientras disparaban a matar.
Para que no quepan dudas sobre su significado, los festejos servirán para conmemorar también el otro golpe de Estado que se intentó en 1992, mientras los cabecillas del primero permanecían en prisión: el del 27-N, igualmente sangriento y fracasado.
El acto principal será un desfile militar en el cual se exhibirán las armas adquiridas por la FAN en el último año, con el objeto de mostrar que no todos los ingresos petroleros excedentarios han sido malversados. El desfile lo dirigirá el general de división Carlos Alcalá Cordones, también de amplio prontuario golpista.
Lo complementará un desfile cívico que recuerda el "Día de la Patria" que organizaba el dictador, y también general, Marcos Pérez Jiménez.
No se ha informado (ni se informará) el monto de los recursos presupuestarios destinados al evento. Tampoco se sabe si los presidentes Daniel Ortega, Rafael Correa, Dilma Roussef, Cristina Fernández, José Mujica y Ollanta Humala serán invitados a los actos. Manuel Zelaya sí vendrá por pendejo y por dejarse dar un golpe.
Tampoco se sabe si el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, asista al jolgorio con el objeto de brindar un espaldarazo a la Carta Democrática que suscribieron los estados miembros de esa organización. Según comentaristas, probablemente no venga el presidente de Cuba, Raúl Castro, debido a que son otros sus métodos de lucha. La exaltación de los golpes de Estado durante un año electoral se presta a diferentes interpretaciones, en particular en un país tan polarizado. La elevación a efeméride de dos fracasos puede resultar extraña. Pero de lo que no cabe duda es que los actos no están destinados a promover la democracia, la institucionalidad de la FAN, la paz y la concordia en Venezuela o en América Latina.
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