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La participación de los oyentes y las denuncias forman el plato fuerte de PLOMO PAREJO. Conducido por el polémico Iván Ballesteros que se caracteriza por descubrir, analizar y difundir temas que conmocionan el acontecer político a través del contacto con sus protagonistas. Sus secciones ya son todo un éxito: “Plomo y Candela” con Ballesteros y la periodista Patricia Poleo, “Misión Imposible”, "El Jalabolas", "Qué hace Chávez con el dinero de los pobres" han dado mucho de qué hablar.

Frases de dictadura.

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"Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes”. Marqués de Lafayette.

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miércoles, 21 de diciembre de 2011

El dilema del rentismo

El petróleo es, y lo seguirá siendo por tiempo indefinido, la fuente
de energía más confiable y económica de conseguir, explotar,
transportar, distribuir y utilizar con que cuenta el mundo moderno.
Esto explicaría en buena medida el ciclo petrolero alcista de los
últimos años.
Sin embargo, la experiencia  reciente demuestra que el “gasto
rentista” de esos recursos apenas ha podido aliviar algo de la pobreza
y la desigualdad social de las mayorías venezolanas, púes esta claro
que no puede por sí sola  contribuir a su  superación definitiva.
Pedro Benítez
(Coordinador Nacional de la Comisión de Políticas Públicas de la MUD.
Profesor de Historia Económica, UCV.)
16 diciembre 2011
EcoSocial21 Economía Social de Mercado
Discutimos la Economía Social de Mercado como modelo para Venezuela en
el siglo 21
El dilema del rentismo petrolero
Como ya ocurrió en otros momentos de la historia nacional (1936,
1957-1958, 1973-1974, 1987-1989, 1998), el ciclo del mercado petrolero
mundial parece contribuir, de manera muy importante, a llevar
nuevamente a nuestro país a una encrucijada: ¿Qué hacer con el
petróleo?
Contrariamente a lo acontecido en la mayoría de los años señalados, el
cuestionamiento del mencionado modelo rentístico venezolano no deviene
en esta ocasión de un colapso en los precios del crudo, pues pese a la
baja de 2008,  los mismos se han recuperado y estabilizado en un
margen que es históricamente alto.
Desde hace años el mercado petrolero mundial pasa por lo que se podría
denominar un ciclo “estructural” de precios petroleros altos. La
creciente demanda de energía  de China e India, el agotamiento de
productores históricos como Indonesia, México, el Mar del Norte, el
estancamiento de las inversiones petroleras de los países OPEP, así
como mayores costos en la exploración y producción de petróleo,
parecieran indicar que más allá de la fuerte especulación de los
mercados a futuro,  los precios del petróleo muy difícilmente
retrocedan a los niveles que se conocieron en la década de los noventa
o el primer lustro de este siglo.
No obstante, el boom de las exportaciones petroleras en la etapa
2004-2008 no se tradujo en crear las condiciones  para una sostenida
mejora  en los niveles de vida de la población  venezolana, ni sentó
las bases para un despegue definitivo de nuestra sociedad hacia el
desarrollo y la superación de la pobreza estructural. Es más, se puede
afirmar que ha sido precisamente ese auge (o más bien su manejo) uno
de los  obstáculos. La planta industrial del país se redujo
significativamente en esos años, con la consecuente pérdida de puestos
de trabajo,  nos hicimos como economía más dependientes de las
importaciones para sostener el consumo nacional y además, en vez de
generar ahorro la república ha entrado en un proceso de creciente
endeudamiento externo e interno.
Con el año 2008  llegó a su fin un periodo de cuatro años de auge de
la economía venezolana en términos de crecimiento e incremento del
consumo, alimentados por el  boom de precios del petróleo más
importante de la historia de la economía moderna. Durante ese espacio
de tiempo ciertos problemas recurrentes de la economía y la sociedad
venezolana permanecieron  subyacentes o sin resolver, pero una vez
interrumpido el creciente torrente de divisas extranjeras derivados de
unos precios del barril de petróleo que crecieron de  año a año, estos
se empezaron a manifestar (junto con otros nuevos)  una vez más con
toda su crudeza.
La caída del salario real de la mayoría de la población, el  creciente
deterioro de servicios fundamentales para la vida moderna
(electricidad y agua), de la calidad de vida nuestras ciudades (en
particular la ola de violencia y criminalidad) y el mal funcionamiento
del Estado venezolano en su conjunto, nos lleva a la conclusión de que
ese boom no sólo no contribuyó a superar las deficiencias, fallas e
insatisfacciones que han caracterizado a la sociedad venezolana desde
hace décadas, además ha contribuido a su agravamiento.
Todo esto pone nuevamente sobre la mesa del debate y la reflexión un
tema que durante mucho tiempo fue objeto de interés de una nada
despreciable literatura en los campos de la economía y del pensamiento
político-económico venezolanos: indagar y explicar las razones de esta
aparente paradoja.
Tal vez no nos sirva de consuelo, pero es una paradoja en la que no
estamos solos en el mundo. La misma es  típica de los denominados
“petroestados”.
El desarrollo del concepto de “petroestados” es atribuido por lo
general a la investigadora norteamericana Terry Lynn Karl.  En su
libroLa paradoja de la abundancia: los booms petroleros y los
petroestados (1997)  expone una idea que podemos simplificar así: los
petroestados son aquellas naciones en las que debido a sus inmensas
exportaciones  petroleras se ha creado una situación en la cual
sussociedades viven de sus respectivos estados, quienes
inevitablemente capturan el grueso de esa renta y la distribuyen. Al
contrario del resto de los países  donde sonlos estados los que viven
de sus sociedades, a través de los impuestos que cobran.
Para esta autora, esta alteración de las relaciones estado-sociedad,
típica de los grandes exportadores mundiales de hidrocarburos tiene
inmensas consecuencias  en su funcionamiento como países. Por un lado
señala las distorsiones económicas: el petróleo tiene una capacidad
enorme de generar renta con relativa poca inversión en trabajo; es
decir, la actividad petrolera en si misma  (exploración, explotación y
transporte) crea poca actividad económica directa e indirecta y por
consiguiente escasos puestos de trabajo. Pero al mismo tiempo genera
una elevada renta.
Adicionalmente a esto,  los altos ingresos en divisas fuertes de los
países exportadores de crudo  son un desestímulo del aparato
productivo interno, pues la propia dinámica del mercado tiende a
revaluar las monedas nacionales y a incentivar las importaciones,
perjudicando la producción nacional y la creación de fuentes de
trabajo industrial o agrícola.
El resultado: las economías de los grandes exportadores mundiales de
petróleo no tienen ningún estimulo en desarrollar un aparato
productivo nacional fuerte, pues es más barato importar que producir
nacionalmente. Esa aplastante lógica económica restringe la creación
de oportunidades de trabajo que la propia industria petrolera no puede
crear.
De modo que aquí va la primera paradoja en  la que concluye la
profesora Karl: un país con un fuerte ingreso por concepto de
exportación de  crudo se puede beneficiar descomunalmente al que
captura su renta, bien sea el inversor privado o quien le cobre en
diversos impuestos, mientras que el proceso limita las oportunidades
de desarrollo económico de sus habitantes.
Si a eso se le suma que el pozo de petróleo se puede agotar, o que su
precio en el mercado mundial puede caer drásticamente por diversos
factores, la consecuencia puede ser que los habitantes de ese país en
cuestión queden  más pobres luego de un ciclo de súbito
enriquecimiento.
Se podría argumentar que un país que recibe una masa de divisas
externas durante un periodo más o menos largo de tiempo
“necesariamente” tendría que crecer. Pero hay varias experiencias en
la  historia económica mundial en lo que ocurrió precisamente lo
contrario.
Es muy conocido el denominado  “efecto holandés”, cuando un recurso
muy demandado en el mercado mundial genera tal ganancia que los
productores del país concentran sus esfuerzos e inversiones en él,
abandonando, y por lo mismo empobreciendo, al resto de la economía.
Pero probablemente, el caso más dramático haya sido el de la España
del siglo XVI.  El país más potente de su época  vio literalmente
arruinada su agricultura e industrias luego de recibir durante más de
un siglo el torrente de oro y plata americanos. Sin duda no fue el
único factor, pero si parece claro que fue muy determinante.[1]
Es probable que situaciones como la descrita hayan llevado a autores
como Adam Smith o Karl Marx a considerar la minería como una riqueza
muy particular.  Pues los dos coincidieron en afirmar que los recursos
de la tierra (minas, tierra fértil, bosques, etc.) no son riquezas en
si mismas. Sino que la riqueza es la capacidad humana de transformar
esos recursos en bienestar material.
La segunda paradoja de la citada autora, es la relativa a las
distorsiones político-institucionales. En una sociedad que vive (como
indicamos anteriormente) del Estado, quien es el que tiende a
controlar el grueso de la renta, éste lógicamente tiene un poder
inmenso y la sociedad en su situación de pobreza relativa frente a él
no logra desarrollar los mecanismos adecuados y necesarios de control.
Además, como los ingresos fiscales de ese Estado son de origen externo
y no de las actividades económicas  nacionales, éste no tiene un costo
político interno que pagar por la forma en que gasta esa renta. He ahí
la razón por la cual los petroestados tienden al autoritarismo de
manera casi natural. El ingreso petrolero potencia la capacidad del
Estado de aplastar a su sociedad.
Este planteamiento se ha visto reforzado desde el inicio del boom de
los precios petroleros en 2004, con el surgimiento de liderazgos
fuertes como los de Putin en Rusia y  Ahmadineyad en Irán.
Hay quienes han cuestionado este análisis, pues consideran que el
pobre desempeño socioeconómico e institucional de los países
exportadores de petróleo no es muy distinto al de otros países
subdesarrollados.  Pero parece obvio que la característica común de
aquellos como estados rentistas que favorecen más la actividad
redistributiva que la productiva es un aspecto a tomar en cuenta al
analizar el caso venezolano.
El único país que ha escapado a la lógica de los petroestados es
Noruega, donde la explotación del recurso en su área del Mar del Norte
apareció cuando era un país relativamente pobre para los estándares
europeos, pero institucionalmente fuerte.
Los ejecutores y voceros de las actuales políticas públicas del Estado
venezolano han insistido en que su objetivo es sustituir  la
tradicional economía rentista por un modelo productivo. Sin embargo,
los hechos hasta ahora han demostrado lo contrario. Desde 2004 se  ha
desarrollado un esquema (bautizado como “socialismo del siglo XXI”),
donde se promueven empresas de producción social, cooperativas,
núcleos endógenos, comunas, fundos zamoranos, etc., y un conjunto
creciente de empresas que han pasado del sector privado al público,
todas subsidiadas por  la renta petrolera.
Parece evidente que pese al alto ingreso petrolero de los últimos
años, esta política de gastos y revitalización de una relación
rentista   petróleo-estado-sociedad ha sido un fracaso en lo social y
en lo económico.  Pero no así, hasta ahora, en lo político.  “Su
gancho” consiste en alimentar en la conciencia colectiva nacional, la
idea de que como ciudadanos tenemos derecho a recibir una parte de la
riqueza petrolera del subsuelo nacional, por alguna vía.
El petróleo es, y lo seguirá siendo por tiempo indefinido, la fuente
de energía más confiable y económica de conseguir, explotar,
transportar, distribuir y utilizar con que cuenta el mundo moderno.
Esto explicaría en buena medida el ciclo petrolero alcista de los
últimos años.
Sin embargo, la experiencia  reciente demuestra que el “gasto
rentista” de esos recursos apenas ha podido aliviar algo de la pobreza
y la desigualdad social de las mayorías venezolanas, púes esta claro
que no puede por sí sola  contribuir a su  superación definitiva.
[1] David Landes. La Riqueza y la Pobreza de las Naciones. Págs. 166-168.

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