La muerte de Cano

EL UNIVERSAL

Adolfo R. Taylhardat

La narcoguerrila terrorista colombiana acaba de sufrir otro golpe certero con la muerte de  Alfonso Cano, cuyo nombre verdadero era Guillermo León Sáenz Vargas, el tercero de los jefes de las FARC que cae después de Manuel Marulanda y del Mono Jojoy.

“Le hemos dado el golpe más severo de toda su historia a esa organización”, dijo el Presidente Juan Manuel Santos cuando anunció la baja de Cano. “Desmovilícense o acabarán todos en prisión o en una tumba”, advirtió.

Nadie puede lamentarse de la eliminación física de esos elementos sanguinarios que tanto daño han causado a su país y tienen sobre sus hombros el peso de la muerte de miles inocentes colombianos en un conflicto que finalmente pareciera acercarse a su fin como resultado de las eficientes acciones militares llevadas a cabo bajo las órdenes del Presidente Santos.

Sería mezquino negarle al Presidente Santos el reconocimiento por la manera paciente pero bien planificada y exitosa como se han cumplido las operaciones que condujeron a la localización y ulterior intervención de la fuerza pública con los resultados conocidos.

La muerte de Alfonso Cano es un paso firme hacia un desenlace lógico de una situación de guerra totalmente absurda y ha generado una sensación de satisfacción en Colombia, tanto en la población civil como en las fuerzas militares y de reconocimiento hacia el Presidente Santos pero también hacia el Ex–Presidente Uribe quien fue el iniciador de la política de “puño de hierro con guante de seda” contra los grupos subversivos en Colombia

Ya se especula acerca de quien sucederá a Cano al frente de las FARC. Se mencionan los nombres de Iván Márquez y de Timochenko, ambos beneficiarios del santuario que disfrutan en Venezuela con la protección del régimen chavista y de altos jefes militares y civiles venezolanos.

Se pone entonces a prueba la sinceridad de los compromisos contraídos por el führer con el Presidente Santos y sobre todo aquella expresión de este último, que levantó roncha, cuando lo calificó como su “nuevo mejor amigo” o cuando aseguró que el mandatario venezolano es un factor de estabilidad en Venezuela y que la estabilidad es siempre un elemento muy importante dentro de la política, no solamente interna sino externa. También se ponen a prueba las seguridades que ha dado en el sentido de que no permitirá la presencia en territorio venezolano de elementos vinculados a la narcoguerrilla. Ya sabemos que esas seguridades han sido palabras vanas porque los irregulares colombianos siguen disfrutando del abrigo y la protección que les brinda el régimen. Pero en el caso de esos dos elementos, de los cuales uno posiblemente asumirá el mando de las FARC, la protección que reciben de las autoridades venezolanas adquiere una connotación sumamente comprometedora.

En todo caso, la muerte de Cano y de sus predecesores jefes tradicionales de la subversión en Colombia fortalece la institucionalidad democrática y la voluntad de los hermanos colombianos de rechazar los intentos de incorporar a Colombia en la red de satélites del comunismo del siglo XXI.

La pelota está ahora en la cancha del führer quien tiene en sus manos la capacidad para demostrar a su “nuevo mejor amigo” que está dispuesto a impedir que retoñe la jefatura de la guerrilla y contribuir a la consolidación de la paz en el vecino país y al afianzamiento de relaciones bilaterales basadas la buena fe, la sinceridad de los compromisos, la armoniosa vecindad y la cooperación.