Surgirán debates que pretenderán demostrar que como “el hombre está caído”, recula, se traviste de cordero, oculta sus colmillos y se esboza magnánimo, a ver si logra el prodigio de atravesar en bicicleta las cataratas del Niágara, este abismo tenebroso e insondable que nos separa de diciembre del 2012, mientras el país se hunde en su lodazal y las ruinas comienzan a carcomerse lo poco que queda de lo construido en dos siglos de esfuerzos.
Todo en vano: maromas de un maromero al que ya se le vio el bojote. Habladuría de un pobre y miserable mando medio de las fuerzas armadas – de inculto y pobre infeliz lo tachó Uslar Pietri en sus escasos últimos segundos de lucidez – con la que pretende marear a su enemigo, ayer en un súbdito rasgo de aparente generosidad suya, tras doce años de persecución, cárcel y destierro, convertido en “adversario”.
Antonio Sánchez García
Un país civilizado tiene que estar de cabeza en un basural y haber perdido todo sentido de la realidad para soportar siete horas y media de medias verdades, falacias, embustes y delirantes fantasías. Avergüenza a cualquier ser civilizado observar un circo tan desprovisto de encanto, tan ominoso y ridículo como el que ayer le impuso a 28 millones de venezolanos por obligada cadena nacional un inculto, hablachento y desconsiderado venezolano a quien un momento de descuido y quiebre moral de nuestra sociedad le permitiera arrebatar la presidencia de la república. Sin que, en medio del despropósito y como inmediata consecuencia del irrespeto a la majestad de sus cargos los representantes de la parte que aún sobrevive a la barbarie no se hayan puesto de pie y se hayan retirado ofendidos por el lamentable y patético espectáculo que se vieran obligados a tolerar en silencio.
Ya vendrán los analistas políticos a explicarnos, no las razones de tanta diarreica y fatigante verborrea, que es propia del personaje y le ha permitido - como al flautista del cuento de Hans Cristian Anderson con las ratas de Hamelin - adormecer durante una década de oprobios las conciencias de un país otrora civilizado y democrático, sino las causas de la voltereta política que pretendió esbozar de dientes afuera. Que si acosado por el desprecio internacional, la preocupación del impresentable Señor Insulza, la crisis económica, los devastadores efectos que sobre el descontento popular – que ya es alarmante – tendrá la devaluación y el incontenible aumento exponencial de los precios de alimentos y medicinas, se ve obligado a tenderle la punta de su dedo meñique a la Sra. Machado o esbozarle una sonrisa de complacencia al diputado Marquina.
Surgirán debates que pretenderán demostrar que como “el hombre está caído”, recula, se traviste de cordero, oculta sus colmillos y se esboza magnánimo, a ver si logra el prodigio de atravesar en bicicleta las cataratas del Niágara, este abismo tenebroso e insondable que nos separa de diciembre del 2012, mientras el país se hunde en su lodazal y las ruinas comienzan a carcomerse lo poco que queda de lo construido en dos siglos de esfuerzos.
Todo en vano: maromas de un maromero al que ya se le vio el bojote. Habladuría de un pobre y miserable mando medio de las fuerzas armadas – de inculto y pobre infeliz lo tachó Uslar Pietri en sus escasos últimos segundos de lucidez – con la que pretende marear a su enemigo, ayer en un súbdito rasgo de aparente generosidad suya, tras doce años de persecución, cárcel y destierro, convertido en “adversario”.
¿Por qué no se redujo en su “memoria y cuenta” al tiempo estrictamente necesario como para comunicar la inmediata liberación de todos los presos políticos? ¿Por qué no decretó – tiene todo el Poder Legislativo en sus alforjas, luego de que la pasada y parte de la presente escoria asamblearia se lo delegara, castrando sus propias atribuciones – la inmediata apertura del país a nuestros desterrados? ¿Por qué no ordenó, él, que tanto adora dar órdenes y emitir dictados – la inmediata devolución de las empresas expropiadas a sus legítimos dueños? ¿Por qué no ordenó devolver de inmediato antenas, equipos y derechos de transmisión a los legítimos dueños de RCTV? ¿Por qué no ordenó la inmediata destitución de los etarras que acompañan al ministro Loyo? ¿Por qué no destituyó a la inútil e ineficiente usurpadora del poder edilicio de Caracas y le entregó los presupuestos arrebatados con tiránica voluntad y funestas consecuencias para la ciudad de Caracas, ochocientos mil electores y seis mil familias, al legítimo Alcalde Metropolitano d Caracas, Antonio Ledezma? ¿Por qué no ordenó el cese de la persecución a los prósperos ganaderos del Sur del Lago y la inmediata devolución de los millones de hectáreas arrebatadas con la fuerza militar y los cañones de sus fusiles a sus ancestrales propietarios? ¿Por qué no derogó de inmediato y sin lapsos “plausibles” la habilitante y el paquetazo del golpe de Estado del 18D? Nada se lo impedía. Nada se lo impide.
Es cierto: nadie puede pedirle que le devuelva la vida a ciento cincuenta mil jóvenes venezolanos asesinados durante su mandato. Provocados por la lenidad policial y la absoluta carencia de políticas de seguridad pública. Casos aterradores que una justicia inmoral, arrastrada e indigna ni siquiera averigua. Ni restituya en su luminosa y frágil grandeza por lo menos la honra al agricultor Franklin Brito. Ni castigue con la ley del talión a quien asesinó mujeres en la Plaza Altamira, instigado por el odio que ha destilado durante sus doce interminables años de gobierno. Ni devuelva a sus hogares a los jóvenes asesinados en la Kennedy. Mucho menos que le entregue a su doliente padre, vivo y en sus brazos, al joven Merhi. No hablemos de esos diecisiete asesinados en Puente Yaguno por sus pistoleros condecorados. Tampoco que exija la inmediata devolución de los cincuenta y tres mil millones de dólares que ha lanzado a las fauces de los parásitos de Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, incluso Brasil y Argentina. Hundiendo en el oprobio a naciones que llegaron al subsuelo de su inescrupulosidad.
Pero es elemental que tome conciencia de un hecho: si una desgraciada y muy infeliz desmemoria nacional permite el crimen y olvida el castigo, hay en Venezuela suficiente grandeza y reserva moral como para no seguirle el juego a sus maromas y trapisondas circenses. Atraviese el Niágara en bicicleta. Lo estaremos esperando en la otra orilla.
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