Rafael Díaz Blanco
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Si en algo estamos de acuerdo los venezolanos es la creciente división entre nosotros existente. Discordia que día a día se profundiza y amenaza con llevarnos a la violencia permanente. Quizás el disuasivo mayor sea el deseo mayoritario de reconciliación para construir juntos una Venezuela sin exclusiones de ningún tipo. Pienso que para lograrlo, es necesario poder compartir y discutir con libertad las diferentes formas de soñar una misma patria. Para alcanzarlo necesitamos un marco institucional adecuado, vigencia plena del estado de derecho constitucional democrático y superar unas cuantas dificultades.
Sin embargo, el primer obstáculo que tenemos para alcanzar la paz, para hacer posible el encuentro colectivo, para comenzar a resolver los grandes problemas nacionales es uno sólo. El principal y más importante obstáculo, tiene nombre y apellido: Hugo Chávez. No tenemos dudas. Mientras Chávez permanezca en el poder es imposible entendernos. Chávez no deja espacios para el consenso. O estás con él o estás contra él. Para Chávez todo adversario es enemigo, toda disidencia es traición, traición a él, a la revolución, a la patria. Sólo apoyándolo, sometiéndonos puede considerar a sus compatriotas dignos y honestos. Cree equivocadamente que socialismo, revolución, y patria son sinónimos. Piensa que también lo son adeco, copeyano, opositor, escuálido, vendepatria, corrupto. Se considera único, insustituible, la verdad, la moral hecha persona, el pueblo encarnado.
Loa demócratas debemos tener como objetivo primordial apartar a Chávez, desalojarlo del poder al menor costo posible. Sólo así podremos alcanzar la paz, sólo así haremos posible la reconciliación.
En tiempos como los actuales pretender ser imparcial es favorecer a Chávez, al proyecto totalitario. En tiempos de dictadura, la neutralidad o la indiferencia ayudan al poderoso y se convierten en complicidad, colaboracionismo y sumisión. Es una conducta éticamente inaceptable. La defensa del ingreso o del patrimonio, la seguridad o tranquilidad personal o familiar son perfectamente legítimas, pero no puede convertirse en excusa para justificar posiciones indignas, para ayudar tácita o expresamente a un régimen que compromete el futuro de todos. En esta difícil hora de la patria, es obligación de todos y particularmente de los que más pueden dar, aportar a la reconstrucción espiritual y material de la patria malograda.
Publicado en el Diario La Verdad de Maracaibo el 1 de julio de 2010
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