Si alguien guardaba dudas respecto del propósito de instaurar un régimen comunista en nuestro país, las virulentas y groseras reacciones del presidente de la república contra el máximo representante de nuestra iglesia católica, Cardenal Urosa Savino, han terminado por despejarlas. Con lo cual se cierra el cerco del repudio internacional al gobierno más aislado de la región. Pues el Vaticano, desde donde envió su ponderada, grave y valiente respuesta nuestro prelado, habrá tomado suficiente nota. Con lo cual el rechazo internacional que sufre el autócrata venezolano sólo es comparable al que sufren los gobiernos forajidos y los dictadores más repugnantes del planeta.
Vienen los arteros ataques contra la iglesia católica y sus prelados – y desde luego contra su feligresía – a sumarse a los acometidos contra la iglesia evangélica, que sufre incluso las expropiaciones de sus templos. Medios, empresas, industrias, fincas, universidades, alcaldías, gobernaciones: no existe institución o forma de organización económica y social que no se encuentre en la mira del afán depredador de este proceso desquiciante por hacer tierra arrasada de la Venezuela democrática y hacer de nuestro país otra Cuba ensangrentada. Precisamente cuando en Cuba, asediada por la ruina y la miseria, el dictador se ve obligado a acometer algunas reformas, mostrar cierta liberalidad hacia los presos políticos, dialogar con la iglesia católica.
¿Qué particular forma de desquiciamiento se ha apoderado de Hugo Chávez como para intentar lo que a todos luces es un derrotero cierto hacia el abismo? ¿Qué enfermedad mental, que desviación espiritual lo lleva a insistir en empujar a nuestra sociedad al callejón sin salida de un socialismo sólo posible mediante la más feroz de las dictaduras, la universalización de la miseria y el estado de guerra interna? Para al final y logrado el propósito al costo de decenas de miles de cadáveres terminar en el reino de la estupidez, la apatía, la desidia que hoy abruman a una isla detenida en el tiempo.
El espejo de Cuba tendrá alguna suerte de encantamiento como para que quien se recrea permanentemente mirándose en él crea ver el paraíso terrenal. Nada, sino la enfermiza y destructora ambición de poder. El truco para alcanzar el mando y poseerlo durante medio siglo. Es la misma ambición que terminó con Sadam Hussein en la horca. Pues si cree Hugo Chávez que, sin mediar la Sierra Maestra, el destierro de millones de cubanos, el aparato policial más sangriento de la historia americana y la sumisión ideológica, totalitaria de la población él puede montar una dictadura semejante, está profundamente equivocado.
A once años de sus pujos revolucionarios, la mayoría ciudadana lo repudia. Vive una crisis social y económica que ha llegado al borde del abismo: o triunfa en su esfuerzo por coartar todas nuestras libertades – cosa que luce imposible – o se verá espulgado por la comunidad nacional e internacional ante un juicio político insoslayable. Que bien podría costarle, si no la vida, la cadena perpetua
Sobran las señales que anuncian el aborto del parto totalitario. La primera es la toma de conciencia universal del grave daño que causa su régimen al país que detenta las principales reservas petrolíferas de Occidente. No sólo de los factores de derecha y centro derecha, sino incluso de los de la izquierda democrática mundial. El caso de Chile y de España son paradigmáticos: la condena contra el régimen de Hugo Chávez ha sido discutida en sus parlamentos, que lo han condenado por unanimidad. La Internacional Socialista se ha pronunciado en el mismo sentido. La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos ha emitido un informe de condena inapelable. Parlamentarios de América Latina y España han emitido un comunicado de un rigor y una contundencia sin precedentes.
Hugo Chávez cuenta ya con el triste record que un día detentara Idi Amín Dada. Sólo lo respaldan sus congéneres: dictadores y extremistas, talibanes y forajidos. A lo cual se suman sus crímenes, que lo tienen prácticamente acorralado. De ellos si no el peor por lo menos el más emblemático y que lo tiene prácticamente asediado, sin encontrar salida, es el del escándalo de los millones y millones de kilos de alimentos podridos. Una muestra descarnada y aleccionadora de la brutalidad de sus ambiciones, de la voracidad ilimitada de sus colaboradores, de la ineficiencia y la inescrupulosidad de sus funcionarios más allegados. Las ciento sesenta mil toneladas de alimentos podridos encontradas hasta ahora son sólo la punta del iceberg de los latrocinios del régimen. Muestran en toda su crudeza la filosofía del chavismo: usar a los pobres y sus necesidades como carnada, carne de cañón, pretexto para la entronización del tirano y el enriquecimiento de una camarilla de asaltantes. Nada nuevo en la bicentenaria historia de nuestra república y sus decenas y decenas de revoluciones de pacotilla.
Todo lo cual configura un cuadro dantesco que debe ser enfrentado por la dirigencia opositora y la sociedad civil con el coraje, el aplomo, la decisión y la irreversibilidad de una cruzada. La cruzada por la libertad, por la decencia, por la reconquista de la soberanía. Pues incluso en este crimen en cuyas fétidas aguas chapotean Rafael Ramírez y sus familiares y cortesanos, es prueba de la traición a la soberanía nacional y la entrega de nuestras más importantes decisiones a manos de altos funcionarios cubanos. No sólo la seguridad nacional, la identidad de nuestra ciudadanía, notarías y registros, misiones e incluso los altos mandos de nuestras fuerzas armadas están en manos cubanas o supeditados al gobierno de Raúl Castro. Lo que es infinitamente más grave y colma toda medida: también lo está la alimentación de nuestro pueblo. Pues quién decide qué se importa y no se importa, a quién se le conceden los dólares y dónde y a qué precio se compran es una funcionaria del más alto rango en la jerarquía cubana.
Éste es el contexto en que tienen lugar las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre. Ésta la trascendencia de esa jornada. El 26 S podría decidirse el destino de Venezuela. Se juega nada más y nada menos que nuestro futuro.
La Venezuela democrática, en una decisión que la honra y prefigura nuestro gran destino como Nación, optó por enfrentar el gravísimo mal que sufre con las armas de la ley, dentro de los marcos constitucionales, pacífica, electoralmente. Tras once años de desafueros y persecuciones, ha sabido mantener sus filas ordenadamente, asumir incluso con cárcel y destierro las medidas draconianas y represivas de esta neo dictadura y avanzar paciente y tenazmente hasta lograr el legítimo desalojo del déspota y sus secuaces. Ha debido enfrentarlo en condiciones de absoluta desigualdad, acorralado por los abusos del Poder, disminuido en sus capacidades, inhabilitadas importantes figuras de sus partidos y organizaciones, con sus medios expropiados, cerrados, robados y sin el insólito poder del dinero y la aplastante supremacía mediática de la dictadura.
Más allá de la veracidad y objetividad que se les reconozca, mediatizadas como pueden estarlo por los factores de Poder, las encuestas son unánimes en reconocer una amplia mayoría para el sentir opositor, que invierte la proporción con la que en el pasado, según ellas, los sectores opositores se enfrentaran al régimen. Hoy por hoy, el 60-40 favorece a los demócratas. Una proporción que ante la vigencia real de la libertad y la democracia, se derretiría como el hielo ante el sol. Si los sectores que aún respaldan al tirano por razones de sus necesidades o sus temores se sintieran verdaderamente liberados de las tenazas de esa presión, Chávez y el chavismo se harían agua.
De allí la necesidad de apostar todas nuestras fuerzas al enfrentamiento de septiembre y ganar un enorme espacio de poder y control hacia el desalojo del chavismo y la reconstrucción de nuestra democracia. La primera de nuestras necesidades se ha cumplido satisfactoriamente: marchamos unidos. En una muestra de suprema hidalguía y grandeza, quienes fueran marginados de nuestra representación, como las fuerzas del ex alcalde Leopoldo López, y todos quienes pospusieran sus muy legítimas y fundadas ambiciones para hacer posible la única unidad que fuera posible, se han sumado al carro de la gran cruzada.
Los candidatos recorren sus distritos y circunscripciones llevando la buena nueva de la esperanza. Van puerta a puerta y casa a casa contactando a sus electores y sumándolos activamente al esfuerzo democratizador. Nunca una elección tuvo tanta significación como la que hoy enfrentamos. Debemos agotar todos nuestros esfuerzos y alcanzar la grandeza que la historia nos exige.
Mientras ello sucede hasta en los últimos rincones de nuestro país, es de aplaudir el esfuerzo de nuestros líderes por obtener el respaldo de los demócratas del mundo. Los importantes y trascendentes logros del respaldo internacional obtenidos por nuestra causa se deben, entre otros, a la incansable labor de nuestro Alcalde Metropolitano Antonio Ledezma. Atacado y reducido sin piedad por los abusos del teniente coronel y su régimen, ha sabido mantener en alto la bandera de la lucha. Y ha ido de país en país y de capital en capital denunciando los atropellos del chavismo y recabando apoyo para la causa de nuestra democracia. Hoy está en España. Se ha reunido con senadores y diputados, con altos personeros de los partidos políticos, con presidentes de gobiernos regionales, con los medios, las universidades y los factores influyentes de la vida social, política y económica de ese gran país. Todo lo cual despierta la estéril iracundia y la impotencia de los funcionarios del régimen.
Es una prueba concluyente de que Venezuela cuenta con el liderazgo capaz de enfrentar el futuro. Es hora de enfrentarlo.
Antonio Sánchez-García
Julio 8, 2010
Noticiero Digital
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