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La participación de los oyentes y las denuncias forman el plato fuerte de PLOMO PAREJO. Conducido por el polémico Iván Ballesteros que se caracteriza por descubrir, analizar y difundir temas que conmocionan el acontecer político a través del contacto con sus protagonistas. Sus secciones ya son todo un éxito: “Plomo y Candela” con Ballesteros y la periodista Patricia Poleo, “Misión Imposible”, "El Jalabolas", "Qué hace Chávez con el dinero de los pobres" han dado mucho de qué hablar.

Frases de dictadura.

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"Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes”. Marqués de Lafayette.

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sábado, 3 de julio de 2010

ARTICULO DE INTERES

Tomado de la revista de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (U.S. Air Force) Air & Space Power Journal

Documento creado: 15 de marzo de 2010
Air & Space Power Journal - Español Primer Trimestre 2010

El Renacimiento Populista, el Surgimiento del Centro
y la Política de Estados Unidos en América Latina


Hal Brands


HACE UNA DÉCADA, prácticamente toda América Latina parecía estar convergiéndose hacia la democracia y la economía de libre mercado. Diez años más tarde, la miseria, inestabilidad, corrupción y la falta de seguridad pública siguen incontroladas, dando lugar a una frustración pública severa y produciendo agitaciones políticas e ideológicas intensas. Los resultados electorales de esta agitación frecuentemente se conocen como “una sacudida hacia la izquierda”. Caracterizaciones de esa índole son engañosas. América Latina no está experimentando un cambio uniforme hacia la izquierda; está presenciando una competencia entre dos tendencias políticas muy diferentes.

La primera tendencia es el populismo radical. Líderes como Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y Daniel Ortega condenan airadamente los defectos del capitalismo y la democracia y catalogan la política como una lucha entre el “pueblo” y la “oligarquía”. Ellos provocan el gasto social prolífico, centralizan el poder en la presidencia y atacan a Washington. Este programa es, en cierta forma, estratégicamente problemático para Estados Unidos. En última instancia, las políticas populistas conducen al autoritarismo, a la polarización y al derrumbe económico, y ciertos líderes populistas han retado abiertamente los intereses de Estados Unidos en América Latina.

No obstante, sería un error sobrestimar los peligros que representa el populismo radical. Hay límites en cuanto a los aspectos más amenazadores de la diplomacia populista y, a pesar de su retórica antiamericana, los líderes populistas en Ecuador, Nicaragua y Argentina continúan cooperando con Washington en ciertas cuestiones. Más importante aún, adoptar una opinión demasiado calamitosa de la situación existente pone en riesgo pasar por alto la segunda tendencia esencial en la política latinoamericana: el surgimiento del centro.

En los regímenes de centro-izquierda y centro-derecha, los líderes en Chile, Brasil, Uruguay, México y Colombia han respondido a la crisis actual en América Latina recalcando moderación en lugar de radicalismo. Ellos mezclan políticas de economías orientadas al mercado con reformas sociales creativas, protegen las prácticas democráticas y enfrentan las deficiencias de hace muchos años del estado latinoamericano. Ellos buscan políticas extranjeras pragmáticas, haciendo hincapié en la cooperación en lugar de la confrontación con Estados Unidos.

Si bien el clima político de América Latina representa retos para Estados Unidos, también ofrece oportunidades. Siguiendo adelante, lo mejor para los intereses estadounidenses sería una estrategia que limite las repercusiones provocadas por la diplomacia populista, les atribuya poderes a los líderes moderados y apoye una campaña más duradera para tratar las condiciones sociales y económicas que conducen al radicalismo político.

I

La agitación actual tiene sus raíces en la promesa incumplida de democratización y la reforma económica neoliberal. En 1978, había solamente cuatro países en América Latina que de forma plausible podrían considerarse democráticos; para el 2001 solamente la Cuba de Castro permanecía indiscutiblemente autoritaria. Aproximadamente durante ese mismo periodo, América Latina adoptó el mercado. En un intento de apartarse de las distorsiones ocasionadas por el proceso de sustitución de importaciones (ISI, por sus siglas en inglés), los países rebajaron las tarifas, privatizaron la industria, alentaron las exportaciones, recortaron los gastos, liberaron los flujos de moneda e intentaron conseguir inversiones extranjeras.

Las elecciones libres y los mercados libres fueron pronosticados como los antídotos para los males tradicionales de América Latina. Esas expectativas no fueron totalmente injustificadas. Las violaciones a los derechos humanos disminuyeron a medida que los gobiernos elegidos reemplazaron los regímenes militares represivos y la democracia convirtió la política latinoamericana en un juego menos letal. Las reformas neoliberales dieron lugar a aumentos en el comercio y la inversión, disminuciones en la inflación y la deuda externa y una reanudación, lenta pero constante, del crecimiento después de las recesiones desastrosas de la década de los años ochenta.1

Sin embargo, para los latinoamericanos corrientes, los resultados han sido menos satisfactorios. Ni la democracia ni el neoliberalismo han hecho mucho por aliviar la corrupción, el tráfico de drogas, el crimen organizado, un estado de derecho débil, o por aplastar la pobreza y la injusticia social. Las estadísticas de la pobreza aún son espantosas: 213 millones de latinoamericanos (40,6 por ciento de la población) viven en la pobreza, 88 millones ganan menos de un dólar al día. Los servicios de salud básicos eluden 150 millones de latinoamericanos; 130 millones no tienen acceso a agua potable. En ciertas formas, esta situación fue realmente exacerbada por la reforma neoliberal. Los recortes en gastos sociales afectan a los más pobres, la venta de industrias importantes a los ricos resultó en una concentración adicional de ingresos y el creciente movimiento de capital acentuó crisis financieras que afectaron más a los pobres y a la clase media.2

La desilusión popular resultante ha sido impresionante en su intensidad. Más del cincuenta por ciento de los latinoamericanos “están dispuestos a sacrificar un régimen democrático a cambio de un verdadero progreso socioeconómico”.3 Las protestas contra políticas orientadas hacia el mercado son frecuentes y fuertes. El “Caracazo” en 1989; la sublevación Zapatista en 1994; las “guerras del agua” en Bolivia; éstos y otros incidentes dan fe de la crisis del neoliberalismo y la democracia en América Latina. A lo largo de América Latina, esta crisis ha llevado los problemas de la pobreza y la exclusión a la vanguardia de los asuntos regionales y ha dado lugar a dos modelos rivales de política y gobierno.

II

El primer modelo podría describirse mejor como populismo radical. El populismo es una estrategia política que se concentran en torno a la movilización de aquellos que están insatisfechos con el orden socioeconómico y político actual. Típicamente, implica varias características: un líder carismático que impone un conflicto maniqueano entre el pueblo virtuoso y la oligarquía sobornable; políticas sociales y económicas concebidas para crear lazos clientelares entre los votantes favorecidos (por lo regular los oprimidos, pero también la clase media en algunos casos) y el régimen; y una aversión por la democracia liberal a favor de formas de representación más personalistas y “directas”.4

El populismo cuenta con un linaje distinguido en América Latina. Durante el siglo XX, líderes como Juan Perón y José Velasco Ibarra catalizaron el descontento de las clases baja y media para forjar movimientos políticos poderosos con base en la movilización de la reivindicación de las masas. Lamentablemente, los líderes populistas eran mejores en política que en gobernar. Su retórica divisiva fomentó una polarización social febril; su indiferencia hacia las instituciones democráticas dejó ruinas institucionales masivas. Los promiscuos gastos sociales dieron lugar a la inflación y el desastre macroeconómico, y para la década de los años ochenta, los traumas de la crisis de la deuda—que desacreditaron el modelo económico intervencionista y proteccionista preferido por los populistas—hacían parecer que América Latina se había alejado del populismo.

Sin embargo, recientemente el populismo ha experimentado un resurgimiento. Las crisis económicas y la desilusión del pueblo han creado nuevas oportunidades para los líderes carismáticos que se alimentan de la confrontación y tiene una inclinación por las soluciones radicales. Esta tendencia es más notable en Venezuela, donde Chávez emplea un lenguaje cuasi marxista para describir un proyecto populista ideal. Desde 1998, Chávez ha explotado a grupos marginados históricamente y a otros que fueron más afectados que beneficiados por la reforma neoliberal para derrocar al desacreditado régimen Punto Fijo. Él le saca provecho a la indignación del pueblo hacia la democracia y el neoliberalismo y utiliza las ganancias obtenidas al nacionalizar la industria para financiar proyectos sociales costosos dirigidos hacia los pobres. Como parte de un intento para crear una democracia “participativa”, Chávez ha movilizado a sus partidarios a través de grupos auspiciados por el gobierno tales como los Círculos Bolivarianos, acudió a referéndums para engañar a sus rivales y amplió significativamente la autoridad del poder ejecutivo. Ha logrado que las fuerzas armadas sean explícitamente leales al “socialismo bolivariano”, ha llenado la legislatura y los tribunales con sus aliados, tomó el control directo de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), y ha eliminado los límites del término presidencial. Chávez cataloga la política venezolana como una lucha entre los oprimidos y la oligarquía; sus enemigos, según él, son “enemigos del pueblo”.5

En Bolivia, Evo Morales se ha aprovechado de los resentimientos de antaño y más recientes para forjar un modelo “etno-populista”.6 Ha cerrado el control sobre los sindicatos extractivos y emplea los gastos públicos y la atribución del poder político selectivo para movilizar a los sindicatos y a las comunidades indígenas. El Movimiento al Socialismo (MAS) del presidente logró la aprobación de una nueva constitución que amplía el control del gobierno de la economía y el control del Poder Ejecutivo del gobierno, limita el tamaño de las tenencias de tierra, extiende derechos especiales a las comunidades indígenas, debilita los límites del término presidencial y “vuelve a fundar” el país como una república “plurinacional”. Morales evidentemente prefiere el conflicto al consenso; él llama a sus enemigos “fascistas”, “racistas” y “terroristas” y ha empleado maniobras legalmente dudosas para plantear la nueva constitución.7

Correa ha empleado tácticas bruscas similares para provocar una ruptura con la partidocracia, el sistema político disfuncional del Ecuador. Al igual que Chávez y Morales, Correa se alimenta de la ira del pueblo y promete librar una guerra de clases como parte de la política oficial. Ha apretado el control del gobierno en los bancos y el sector de la energía, empleando las ganancias para financiar subsidios para los pobres, pensiones para los ancianos y proyectos de obras públicas. Él libró una campaña “híper-plebiscitaria” que hizo añicos el marco institucional existente y le otorgó rienda suelta para esbozar una nueva constitución que extiende mayor control del Poder Ejecutivo sobre instituciones anteriormente autónomas, le permite al presidente eliminar el Congreso Nacional y potencialmente le permite a Correa permanecer en el poder hasta el 2017. Según el Grupo de Crisis Internacional, “El poder cada vez más se concentra en la persona del presidente”.8

El renacimiento del populismo también se ha sentido en Argentina. Néstor Kirchner controló un desafuero en masa como resultado de la crisis económica de 1999 al 2002 estableciendo lazos de patrocinio con los piqueteros (grupos de protesta eficaces auspiciados por el gobierno) y restableció las raíces populistas del peronismo implementando controles en los precios, recortes en los impuestos, aumentos en los salarios y los subsidios. Los Kirchner han renacionalizado Aerolíneas Argentinas, intentado tomar el control del sistema de pensión privada e impuesto mayor control presidencial sobre el presupuesto nacional. Desde aproximadamente el 2005, Néstor y su esposa han adoptado políticas de gastos más derrochadoras, y han utilizado las deficiencias de instituciones en competencia como el Poder Legislativo y el Poder Judicial para ampliar el Poder Ejecutivo.9

Daniel Ortega es el más idiosincrático de los neopopulistas de América Latina. Ortega comenzó su carrera como un guerrillero marxista; ahora es un caudillo corrupto. Ortega emplea su carisma personal, su credibilidad revolucionaria persistente, denuncias enérgicas del “genocidio producido por el capitalismo global”, y el patrocinio estrechamente controlado para mantener un grupo crítico de sandinistas preparados para tomar las calles en su defensa.10 Él ha utilizado hábilmente su “pacto” con el ex presidente Arnoldo Alemán y cientos de millones de dólares de ayuda venezolana para convencer, paralizar o sencillamente ignorar a las instituciones rivales. Una vez en el poder, Ortega amplió en gran medida la autoridad del Poder Ejecutivo sobre las fuerzas armadas, la policía, el presupuesto y los tribunales. Ahora, él hace un llamado a la “democracia directa” en la forma de Consejos del Poder Ciudadano controlados por los sandinistas y una transición a un sistema de un solo partido político. La autoridad política se ha tornado tan personalizada que es común comentar que el sandinismo ha dado paso al danielismo.11

III

El renacimiento del populismo radical plantea dos retos principales para los formuladores de políticas estadounidenses. Primero, el populismo radical es perjudicial para un buen gobierno y la estabilidad a largo plazo. Si bien el incremento en los gastos sociales ha dado lugar a tasas de pobreza más bajas (y más popularidad presidencial), las consecuencias a largo plazo de un gobierno populista son usualmente perniciosas. La nacionalización del sector de la energía permite niveles elevados de gastos sociales, pero también ahuyenta la inversión extranjera, impide la diversificación de la economía y crea incentivos para la corrupción. En Venezuela, la inflación está por encima del 20 por ciento, la base industrial se ha reducido bruscamente, y una clase completa de negociantes (“boligarcos”) se ha enriquecido a través del favoritismo.12 Problemas similares, aunque menos pronunciados, están surgiendo en Bolivia, Ecuador y Argentina.13

Con respecto a la política social, los gastos populistas han colocado más recursos en manos de los pobres, pero a menudo en maneras que son más patrimoniales que empoderantes. Hay hilos políticos amarrados a los programas sociales populistas—el gobierno venezolano lleva a cabo campañas para registrar a los votantes a través de sus programas; el MAS “exhorta” enérgicamente a los que reciben ayuda a que participen en concentraciones a favor del régimen—y grupos como los Círculos Bolivarianos y los piqueteros se han empleado para garantizar que la ayuda fluye solamente a los que son leales al gobierno. El equivalente al apoyo del gobierno para esas organizaciones es una expectativa que ellos se movilizarán para intimidar o derrotar a los enemigos políticos del presidente—como lo han hecho en numerosos casos.14

En el ámbito político, las políticas populistas probablemente exacerbarán los fracasos del gobierno y la democracia. La personalización del poder y un estilo de gobierno plebiscitario son útiles para efectuar cambios rápidos, pero a la larga son corrosivos para esas prácticas e instituciones que son decisivas para la responsabilidad funcional gubernamental y el estado de derecho. Una tendencia hacia la impunidad es evidente en numerosos acontecimientos: Intimidación política en Venezuela, el apoyo de Morales a las protestas violentas y actos de “justicia comunitaria”, la manipulación electoral de Ortega y los ataques repetidos a la libertad de prensa y otros.15 En la medida en que estos líderes atropellen los procedimientos democráticos, corren el riesgo de intensificar la decadencia política que heredaron.

Por último, la combinación de cambios políticos rápidos, medidas cuasi-autoritarias y la retórica maniqueana a menudo resulta en polarización. En Ecuador y Bolivia los debates para la reforma constitucional fueron salpicados con violencia. En Nicaragua, los enfrentamientos después de las elecciones fraudulentas de noviembre de 2008, dieron lugar a temores que un empeoramiento de la situación política podría estar a punto de ocurrir.

Las ramificaciones políticas del populismo latinoamericano también son preocupantes. La diplomacia populista invariablemente se caracteriza por su antiamericanismo virulento. Chávez, por ejemplo, advirtió en el 2006 que una invasión de Estados Unidos era inminente y se refirió a George W. Bush como “el demonio”.16 Se pretende que esta retórica sea principalmente para consumo interno, sin embargo perpetúa la antigua canción de culpar los males de América Latina en la malevolencia de Estados Unidos y, por ende, ejerce un efecto negativo en el clima de las relaciones hemisféricas en general.

En algunos casos esta retórica es un indicio de las políticas que complican la postura estratégica de Estados Unidos en América Latina. Varios líderes populistas han tratado de forjar lazos con potencias fuera del hemisferio como una manera para compensar la influencia estadounidense. Ortega recientemente firmó un acuerdo de financiamiento con Irán para un puerto en el océano y una nueva planta hidroeléctrica valorado en $350 millones de dólares y ha comprado armamento de y ha aumentado la cooperación militar con Rusia. Correa ha anunciado planes para comprar armamento de y fortalecer los lazos en el campo de la energía con Irán. Morales trata de vender sus acuerdos con Rusia e Irán como un contrapeso al poder estadounidense.17

En este aspecto, Chávez ha sido aún más energético, cortejando asiduamente a las potencias fuera del hemisferio. Le ha comprado a China equipo militar y de comunicaciones estratégicas, ha sido anfitrión de bombarderos y buques de guerra rusos, y ha usado las ganancias del petróleo para comprar un montón de armamento ruso.18 Él ha declarado: “Rusia es un aliado de Venezuela”. “Rusia está con nosotros”.19 Esto es dudoso (ver a continuación), pero la compra venezolana de armamento ha incitado temor de una carrera armamentista regional que se avecina.

Chávez también ha lanzado una campaña para ampliar el poder venezolano y socavar la influencia de Estados Unidos. Él ha apoyado a los candidatos populistas en México, Perú, Nicaragua, Bolivia y Argentina y ha canalizado armamento y dinero a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Después que Estados Unidos y Colombia anunciaron un plan para establecer una base antidroga estadounidense en territorio colombiano en el 2009, Chávez reaccionó amenazando con la guerra y trasladó miles de tropas a la frontera venezolana-colombiana. Aunque pocos observadores creen que el presidente venezolano tiene la intención de lanzar un conflicto armado contra Colombia, esas medidas, no obstante, han incrementado las tensiones diplomáticas en la región.

En otros lugares en América Latina, la riqueza del petróleo venezolano ha financia PetroCaribe, una iniciativa de ayuda para los países pobres en petróleo, y ayuda de asistencia a Nicaragua, Ecuador, Bolivia y otras naciones. Uno de los recipientes fue Manuel Zelaya de Honduras, quien se aprovechó del apoyo venezolano para financiar programas sociales populistas y mover su país hacia la izquierda políticamente. En el 2004, Chávez lanzó la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) como respuesta a las propuestas de Estados Unidos para un Área de Libre Comercio de las Américas para las Américas (ALCA). Ahora él alega que esta organización se debe convertir en una alianza militar contra Estados Unidos.20

Elementos de la diplomacia populista constituyen fuentes de inestabilidad regional y una barrera a la cooperación en materia de seguridad con Estados Unidos. Los tres populistas andinos han restringido la cooperación antidroga con Washington y la intensificación de armas de Chávez y el apoyo a las FARC aumenta las tensiones en la región. La retórica ultra nacionalista de Correa a menudo ha impedido la colaboración bilateral con Colombia, y la diplomacia antagonista de Ortega ha resultado en riñas infructuosas con Bogotá.21 Por último, Hezbollah se ha aprovechado de las relaciones entre Teherán y Caracas para establecer una presencia en Venezuela, y hay motivos para preocuparnos que la diplomacia populista podría crear una oportunidad para que los grupos terroristas se establecieran en América Latina.22

IV

Como resultado de estos factores, las descripciones del renacimiento populista son bastante hiperbólicas. En el 2006, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld comparó indirectamente a Chávez con Adolfo Hitler y describió a Venezuela y Bolivia como el “eje maligno en América Latina.23 Como se discutió anteriormente, las inquietudes sobre el impacto estratégico no son nada infundadas. Igual, hay motivos para creer que la situación no es tan nefasta como este comentario podría indicar.

Con respecto a Chávez, está claro que sus ambiciones son mayores que sus aptitudes. Los chinos han estado tranquilos con la idea de una asociación estratégica con Chávez y los líderes rusos también han dado muestras de cierto grado de compostura. Dentro de América Latina, los intentos de Chávez de traer a sus aliados al poder no han sido particularmente exitosos. Los votantes peruanos le respondieron mal a Chávez llamando a Alan García “ladrón” durante la campaña de 2006. Gran parte de la misma dinámica estuvo presente en México cuando Andrés Manuel López Obrador no podía deshacerse de las sospechas que él era un representante de Chávez.24 Y en Honduras en el 2009, las percepciones que Zelaya estaba desplazándose hacia el campo de Chávez proporcionó un ímpetu poderoso para que la élite conservadora y los militares se unieran en contra del presidente. De manera similar, la solidaridad venezolana con las FARC no ha evitado que el gobierno de Álvaro Uribe le asestara una serie de ataques a la guerrilla, y cuando pruebas concluyentes de la relación entre Chávez y las FARC surgieron a inicios del 2008, le ocasionara vergüenza considerable a Chávez.

La petrodiplomacia de Chávez también ha resultado en tantas frustraciones como éxitos. La generosidad venezolana no fue suficiente para que Chávez lograra ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU en el 2006, e inclusive los países que se benefician de la generosidad de Chávez se han abstenido de reorientar completamente su diplomacia en conformidad con las líneas chavistas. Las naciones empobrecidas del Caribe y Centroamérica, que constituyen uno de los respaldos diplomáticos básicos de Chávez, han dado muestras de amistad y comercio aislado y beneficios políticos a cambio de petróleo venezolano, pero también han mantenido su independencia diplomática y, en algunos casos, continúan gozando de relaciones firmes con Estados Unidos.25

Ni tampoco está libre de tensión la manera como Chávez ha lidiado con otros líderes populistas. Morales dio muestras de enojo después que Chávez tomó el bando de un candidato chileno para secretario general de la OEA poco después de anunciar su “deseo de algún día poder nadar en un mar boliviano profundo”.26 Luego, Chávez socavó sus relaciones con Bolivia amenazando intervenir militarmente en medio del disturbio que acompañó a la reforma constitucional.27 También ha habido distanciamiento en la relación de Chávez con Correa. El presidente ecuatoriano no ha tenido problemas con ALBA, y Correa descartó inmediatamente el intento de Chávez de designar a las FARC como una “fuerza beligerante” legítima en lugar de un grupo terrorista.28

Por lo tanto, hay un grado de sutileza en la diplomacia populista. Esta característica es también evidente en las relaciones populistas con Estados Unidos. Si bien Chávez y, hasta cierto punto, Morales han demostrado una hostilidad decisiva hacia Washington, otros líderes han adoptado una estrategia más abigarrada. Correa, Ortega y los Kirchner han reconocido el valor de la retórica antiamericana y el encanto de la cooperación con Chávez, pero también reconocen que la cooperación selectiva con Washington sí trae ciertos beneficios.

Esta ambivalencia desde luego está presente en Argentina. En los asuntos que son importantes para Estados Unidos, la cooperación argentina en realidad ha sido bastante buena durante los años del régimen Kirchner. Los Kirchner han fortalecido intentos bilaterales y multilaterales para impedir la actividad terrorista y el tráfico económico ilícito en las Tres Fronteras entre Argentina, Paraguay y Brasil. Ellos han participado en la misión de estabilización en curso de la ONU en Haití, al igual que en programas antiterroristas tales como la Iniciativa de Seguridad de Contenedores.29

Ortega está jugando el mismo juego. El admite que el comercio y la inversión son cruciales para la economía, y ha permanecido fiel al Tratado de Libre Comercio de Centroamérica (CAFTA, por sus siglas en inglés). Los contactos entre los militares con Washington también han continuado y Ortega, quien enfrenta un problema cada vez mayor de violencia relacionada con las drogas, ha mantenido una coo­­peración antinarcóticos fuerte con Estados Unidos. Queda por ver si Ortega se inclinará más sustancialmente hacia Chávez a medida que su gobierno autoritario cierra la ayuda de desarrollo de Estados Unidos y de Europa, pero debajo de una hostilidad superficial, la diplomacia nicaragüense hasta ahora ha sido algo con lo que Washington puede vivir.30

Correa también ha buscado ganar los beneficios de una política exterior claramente nacionalista sin sacrificar los de una diplomacia más responsable. Inclusive cuando Correa utilizó la explosión de marzo de 2008 sobre una redada colombiana en territorio ecuatoriano para estimular un sentimiento ultra nacionalista, tanteó el terreno con Washington y Bogotá ofreciendo maneras para mejorar la seguridad en la región. Correa desplegó más tropas hacia la frontera para poder limitar la presencia de las FARC y, a pesar de su decisión de no renovar el arriendo de Estados Unidos en la Base Aérea Eloy Alfaro, funcionarios estadounidenses en general aceptan que la cooperación en asuntos de narcóticos ha sido buena.31 De manera similar, el gobierno de Correa hasta el momento a destruido más campamentos de las FARC que su antecesor, y el presidente coloca un valor elevado en mantener el estatus del Ecuador como beneficiario del programa Preferencias Arancelarias Andinas.32

En Ecuador, al igual que en Argentina y Nicaragua, las implicaciones negativas de un gobierno populista están un tanto balanceadas por las oportunidades en curso para un compromiso constructivo con Estados Unidos. Visto de este modo, las consecuencias del renacimiento populista son quizás no tan amenazadoras para Estados Unidos como a menudo se supone—un tema más acentuado aún por un análisis del segundo movimiento esencial en la política latinoamericana contemporánea.

V

El resurgimiento populista ha obscurecido otra tendencia en la política regional: El surgimiento del centro. En los regímenes de centro-izquierda, los partidos antiguamente radicales han adoptado una forma moderada de democracia social. En los gobiernos de centro-izquierda, México y Colombia han mantenido políticas amigables al mercado a la vez que han aumentado las protecciones para los pobres y han tratado los fracasos de antaño del gobierno. Esos gobiernos representan una convergencia hacia lo que Javier Santiso llama “trayectorias posibilistas” y un contrapeso natural al renacimiento populista.33

El surgimiento de una democracia social en América Latina es más notable en Chile, Brasil y Uruguay. Las políticas de esos gobiernos sociales democráticos difieren en sus detalles, pero giran en torno a tres temas comunes. El primero es la consolidación de las reformas de mercado. La Concertación en Chile ha mantenido la disciplina fiscal, buscado inversiones, reducido las tarifas y estimulado el crecimiento a través de pactos comerciales multilaterales y bilaterales. En Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva ha mitigado los embrollos regulatorios, ha permitido más inversiones del sector privado en los proyectos públicos y ha mantenido bajo control los gastos. En Uruguay, Tabaré Vázquez firmó un acuerdo de inversión y comercio con Washington, restringió los gastos del gobierno y pagó la deuda de Uruguay al FMI.34

Segundo, los gobiernos sociales democráticos emplean los gastos públicos designados para evitar las consecuencias microeconómicas perniciosas relacionadas con el neoliberalismo. Estos programas no duplican el modelo populista; si bien se enfocan en cumplir con las necesidades inmediatas de los pobres, recalcan los habilitadores a largo plazo de la movilidad social en lugar de transferencias de recursos clientelísticos, politizados. Bajo el plan Chile Solidario, las familias pobres reciben cuidado de salud subvencionado y estipendios que disminuyen gradualmente a lo largo de un periodo de dos años, durante los cuales también recibe capacitación vocacional, ayuda educacional y asesoramiento psicosocial. Lula ha repetido este método con proyectos de micro-préstamos y el programa de “Estipendio Familiar”. El programa principal de Vázquez contra la pobreza es también similar.35

Tercero, si bien estos gobiernos hacen eco de los populistas en buscar maneras para mejorar la calidad de la democracia para los pobres y la clase media, también recalcan un acatamiento estricto a las normas y procedimientos democráticos. Las libertades civiles y los derechos políticos son respetados y los partidos de la oposición funcionan sin obstáculos. Los límites del término presidencial permanecen intactos y, a pesar de que un escándalo de corrupción masivo en Brasil suscitó preguntas acerca de los credenciales democráticos de Lula, el sistema de frenos y balances permanece bastante fuerte en los tres países.36 Dentro de este marco, los gobiernos demócratas sociales han promulgado medidas que se supone le otorguen a los ciudadanos mayor acceso al sistema político: Reformas laborales en Chile, experimentos en “presupuestos participativos” en Brasil y la creación de foros laborales - gubernamentales - gerenciales en Uruguay.37

En Chile es donde el modelo social democrático se ha consolidado mejor. Las políticas de concertación han ayudado a diversificar la economía, multiplicar cinco veces aumentar las exportaciones, lograr que el crecimiento medio entre 1987 y 2006 fuese un 6 por ciento y lograr disminuir la pobreza del 40 por ciento en 1989 al 14 por ciento en el 2006.38 La fortaleza de la democracia chilena también ha mejorado a un ritmo constante.39

En Brasil y Uruguay los resultados son prometedores pero poco convincentes. El cambio hacia el centro ha alineado más grupos radicales de la izquierda, y la corrupción, la pobreza y el crimen siguen siendo problemas serios en Brasil. Reconciliar el gasto social desginado con la responsabilidad fiscal también es un reto.

No obstante, la trayectoria en general de los eventos en Brasil y Uruguay es positiva. La expansión de reformas de mercado les ha asegurado a esos países indicadores macroeconómicos sólidos y una inflación históricamente baja. El crecimiento en Uruguay ha sido entre el 6 y el 10 por ciento durante la última mitad de la década y el índice de desempleo es el más bajo desde 1993.40 Las tasas de interés elevadas han limitado el crecimiento en Brasil, pero el crecimiento que ha ocurrido ha disminuido la pobreza por un 28 por ciento y ha permitido que una mayoría de los brasileños se consideren clase media.41 Los programas sociales son ampliamente elogiados por los observadores internacionales por su promoción de desarrollo íntegro y eficacia con relación al Índice de Pobreza Humana. La democracia de Uruguay está más fuerte que nunca. A pesar de algunos lapsos notables bajo Lula, el índice de Freedom House de Brasil ha mejorado desde el 2002, y el proyecto de presupuestos participativos representa una posible respuesta al clientelismo desenfrenado que por mucho tiempo ha acosado la provisión del servicio público.42 Si bien el modelo demócrata social no es precisamente una panacea, su consolidación probablemente será beneficiosa para la estabilidad interna, el gobierno democrático y el desarrollo sostenible en América Latina.

VI

La democracia social es también conducente a relaciones maduras y productivas con Estados Unidos. Los presidentes de la centro-izquierda en Chile, Brasil y Uruguay mantienen públicamente relaciones cordiales con Chávez y otros líderes populistas, y sus lazos con Estados Unidos apenas han sido estropeados por la discordia. Sin embargo, por lo general el pragmatismo que esos gobiernos muestran internamente también está presente en su agenda en el exterior.

En Uruguay, Vázquez hizo noticia a inicios de su presidencia al normalizar las relaciones con Cuba, pero subsiguientemente se ha inclinado hacia Washington en lugar de Caracas. Vázquez no ha tenido problemas con las iniciativas diplomáticas y económicas de Chávez a la vez que fortalece los lazos comerciales con Estados Unidos. Uruguay es también un socio confiable en las iniciativas de antiterrorismo y contra el crimen organizado.43

Desde inicios de la década de los años noventa, la Concertación también se ha enfocado en metas diplomáticas—fomentar la democracia, los derechos humanos, mayor franqueza económica y estabilidad regional—que están en armonía con las políticas de Estados Unidos. Bajo Enrique Lagos, Chile contribuyó varios cientos de tropas a la misión de estabilización en Haití de la ONU y concluyó un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Los gobiernos chilenos han trabajado silenciosamente para limitar la influencia de Chávez. Aunque Michelle Bachelet es muy cortés en público en sus negociaciones con Caracas, su gobierno se opuso a la interferencia venezolana en la crisis en Bolivia en el 2007, y está tratando las disputas con Perú y Bolivia a través de canales jurídicos en lugar de políticos para evitar que Chávez se interponga en esas negociaciones.44

Cuando Lula fue elegido en el 2002, algunos observadores esperaban que él fuera un amigo poderoso para Chávez. Aunque los intentos de Lula de aumentar el poder y la influencia brasileña, y su crítica abierta de los subsidios agrícolas de Estados Unidos, a menudo han resultado en un conflicto con Estados Unidos, su deseo de lograr que Brasil sea un participante global fuerte y responsable ha alentado una política exterior compatible en su mayor parte con los intereses de Estados Unidos. Inclusive cuando Lula se auto colocó como vocero para el Tercer Mundo, él cultivó una relación de trabajo sólida con el Presidente Bush, y la cooperación brasileña en cuanto al contraterrorismo y el crimen organizado ha sido excelente. Lula también envió el contingente más grande de mantenedores de paz a Haití en el 2004.45 Los funcionarios brasileños reaccionaron de una manera un tanto negativa a la “reconstitución” de la Cuarta Flota de Estados Unidos, pero en privado parecían reconocer que Brasil comparte un interés común con Estados Unidos en proteger las rutas de navegación en el Atlántico Sur.46

Con respecto a la diplomacia interamericana, Lula evidentemente considera que los tratos comerciales inadmisibles, el nacionalismo errático y el apoyo a movimientos como las FARC por parte del Presidente Chávez constituyen amenazas para los intereses brasileños. Siendo este el caso, Lula ha trabajado sutilmente para controlar la diplomacia venezolana. Él firmó acuerdos de combustible biológico con Honduras, Nicaragua, Panamá y otros países latinoamericanos, buscando incrementar simultáneamente el mercado de exportaciones brasileño y hacer que estos países dependieran menos de las importaciones de petróleo de Venezuela. Lula no se ha opuesto públicamente a los planes de Chávez para un oleoducto transcontinental, un “Banco del Sur”, o la membresía venezolana en Mercosur, pero en privado ha demorado o socavado esas iniciativas. En un sentido más amplio, Lula se ha asignado a sí mismo como la voz de la izquierda moderada en América Latina, una alternativa a la visión populista de Chávez.47 En Brasil, al igual que en Uruguay y Chile, la diplomacia demócrata social es ampliamente congruente con los intereses de Estados Unidos.

VII

Esta tendencia hacia un gobierno responsable es también evidente en las políticas de las administraciones de centro-derecha en México y Colombia. En Colombia, Uribe ha continuado las políticas macroeconómicas sólidas de su país y concluyó un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos a la vez que ha emprendido proyectos de desarrollo rural—construcción de la infraestructura, programas de ayuda financiera y técnica—que se supone incorporen a los pobres a la economía oficial y menoscaben el cultivo de la coca.48

El desarrollo de estos proyectos forma parte de un intento más amplio de edificar un estado fuerte y democrático. A inicios de los años 2000, Bogotá no ejercía ninguna autoridad verdadera en la mayoría del país y las FARC controlaban el 40 por ciento del territorio colombiano. En respuesta, el gobierno de Álvaro Uribe no sólo ha lanzado una contrainsurgencia vigorosa, sino también ha emprendido un proyecto masivo de construcción del estado. El gobierno colombiano ha fortalecido el sistema de recaudación de impuestos, desmovilizado 30.000 guerrilleros paramilitares y extendido la presencia del gobierno en zonas que anteriormente estaban más allá del control de Bogotá. Las fuerzas armadas y la policía han trabajado para reducir las violaciones a los derechos humanos y el gobierno ha introducido mecanismos para resoluciones alternativas a disputas en los lugares rurales.49

La contraparte a esta agenda ha sido una alianza cercana con Estados Unidos. Entre el 2000 y el 2008, Estados Unidos ha proporcionado aproximadamente $7 mil millones de dólares en seguridad, desarrollo y otro tipo de ayuda a Bogotá. Contratistas estadounidenses, funcionarios civiles y militares uniformados han estado profundamente involucrados en programas de contrainsurgencia, antinarcóticos y de desarrollo en Colombia, al punto que al conflicto colombiano a menudo se le conoce como la “guerra número tres” en América.50 Esta relación es crucial para la contrainsurgencia y la construcción del estado en Colombia, y también le ha dado a Estados Unidos una alianza estratégica en la parte más volátil de América Latina.

Esta asociación ha ayudado a Colombia a lograr enormes progresos. Las violaciones a los derechos humanos han disminuido; la confianza en el gobierno ha aumentado. Ahora hay una presencia de la policía en todas las municipalidades de Colombia, el porcentaje de asesinatos ha disminuido dramáticamente y los programas de desarrollo y crecimiento económico han ayudado a que más de dos millones de personas escaparan de la pobreza acérrima.51

No obstante, las tendencias negativas persisten. Las FARC aún controlan grandes franjas del territorio. La influencia de los paramilitares aún es fuerte, la pobreza se ha difundido y el gobierno de Uribe ha sido empañado por escándalos de corrupción y un desagrado con los límites del término de la presidencia. Si no se superan estos retos, socavarán la consolidación de logros recientes.

Últimamente, México ha seguido una trayectoria similar. Desde el 2000, los Presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón han combinado la liberalización progresiva de la economía con iniciativas sociales innovadoras. El programa Oportunidades fomenta la “co-responsabilidad” ofreciendo cuidado de la salud gratis y un salario mensual a los que son extremadamente pobres con la condición de que envíen a sus hijos a la escuela y asistan a citas médicas frecuentes. Oportunidades ha ayudado a reducir la pobreza acérrima al igual que la incidencia de enfermedad y el peso bajo de nacimiento entre los pobres.52

Los gobiernos de Fox y Calderón también han trabajado para aumentar la credibilidad, eficacia y capacidad institucional del estado. El algunas áreas el progreso ha sido glacial; en otras, la reforma ha procedido con más prontitud. En el 2007, Calderón reacondicionó un sistema de impuestos que obligaba al gobierno a desviar fondos de la compañía de petróleo estatal, carcomiéndose así la salud a largo plazo de ambas entidades. Luego, Calderón lanzó una reforma exhaustiva del Poder Judicial, que está tan débil que solamente del 1 al 20 por ciento de los crímenes son castigados. En el 2005, el gobierno comenzó una ofensiva contra los carteles de la droga que, apoyados por la “narco corrupción” incontrolada, cada vez más retaban la autoridad del estado.53

Este programa ha acelerado la reciente evolución de la diplomacia mexicana. A fines del 2007, Calderón y Bush anunciaron la Iniciativa Mérida, un programa antidroga de varios años. La iniciativa incluye un nivel sin precedentes de ayuda de Estados Unidos para el programa antidroga, seguridad pública y construcción de la institución en México. Funcionarios mexicanos alegan que el tema principal del programa es la “co-responsabilidad”, y una declaración conjunta estadounidense-mexicana se refiere a la Iniciativa Mérida como un “nuevo paradigma” en las relaciones de seguridad bilaterales.54

Dicho eso, el éxito final de los esfuerzos de Calderón está por determinarse. Hasta ahora, los resultados positivos de su programa han sido eclipsados por la corrupción masiva de la policía y por una guerra de drogas sangrienta que le quitó la vida a casi 6.000 personas en el 2008. Los despliegues militares han ayudado a apisonar la violencia en algunas áreas, pero hay temores de que el uso prolongado de la milicia en una función policial interna podría conducir a abusos de derechos humanos y más corrupción.55 Sin embargo, en América Latina los gobiernos demócratas sociales y de centro-derecha son muy diferentes al renacimiento populista. En la medida que esas trayectorias posibilistas se puedan fortalecer, las consecuencias deben ser beneficiosas tanto para América Latina como para Estados Unidos.

VIII

Estados Unidos debe ir en seguimiento de una política de tres flancos para administrar la fermentación política actual en América Latina. Primero, Estados Unidos tiene que tomar medidas para mitigar las consecuencias diplomáticas ocasionadas por el renacimiento del populismo. Segundo, Estados Unidos debe profundizar su apoyo a los gobiernos centristas como un medio para estimular políticas internas responsables y fortalecer la postura diplomática de Estados Unidos en la región. Tercero, a largo plazo, Estados Unidos tiene que ayudar a los latinoamericanos a encontrar soluciones creativas y sostenibles a la pobreza extrema, gobiernos débiles y corruptos, inseguridad pública y otros problemas que engendran inestabilidad y radicalismo.

Con respecto a la primera de estas metas, cualquier estrategia basada en la confrontación con gobiernos populistas probablemente no tendrá éxito. Líderes como Lula y Bachelet tienen muy poco agrado por los populistas, pero ellos se opondrán a cualquier política que agudice las divisiones ideológicas en la región. Además, los líderes que comercian en la retórica antiamericana acogen la hostilidad de Estados Unidos. Le da sustancia a sus acusaciones y les provee una víctima inocente para sus propios fracasos. Por último, en la medida que Washington declare efectivamente su oposición a ciertas categorías de gobierno, se corre el riesgo de unirlas, exhortando así una coalición anti Estados Unidos más cohesiva.

Desde una perspectiva a corto plazo, la mejor forma de manejar el populismo latinoamericano puede que sea a través de la participación selectiva en lugar de una represión pública. Washington necesita la cooperación de los gobiernos populistas al lidiar con problemas que oscilan desde contraterrorismo y contranarcóticos a estabilidad regional. Washington no recibirá mucha cooperación de Chávez, pero hasta ahora Correa, Ortega y los Kirchner han estado dispuestos a preservar esos aspectos de sus relaciones con Estados Unidos. Donde sea posible, Estados Unidos debe mantener esas asociaciones y buscar caminos adicionales de cooperación mutuamente beneficiosa. Entre las posibilidades se encuentran apoyo para el Plan Ecuador (la iniciativa de Correa de fortalecer la seguridad y el desarrollo en la región fronteriza), iniciativas contra las pandillas en Nicaragua y medidas para detener el crecimiento del tráfico de drogas y la violencia relacionada con las mismas en Argentina. Una colaboración extendida con estos líderes no disminuirá su antipatía retórica hacia Estados Unidos, pero hasta cierto punto aliviará el daño a iniciativas de seguridad importantes de Estados Unidos y las implicaciones estratégicas negativas del renacimiento populista.

Igual de importante, este método contiene la posibilidad de exacerbar divisiones entre los gobiernos populistas en América Latina y, por ende, reducir la eficacia de la diplomacia de Chávez. Si los líderes en Ecuador, Nicaragua, Argentina y quizás inclusive en Bolivia se percatan del valor continuo de sus relaciones con Estados Unidos, están menos propensos a unirse al presidente venezolano en su asalto más exhaustivo a los intereses de Estados Unidos. Ya hay señales de fricción en este aspecto; Chávez ha dado muestras de frustración con la diplomacia ambigua de Correa y los intentos de Ortega de nadar en las dos aguas.56

Para estar seguros, la conciliación no debe ser el único aspecto de la política de Estados Unidos. Washington no debe permanecer callado si los líderes populistas abiertamente pisotean las prácticas democráticas o si son partícipes de un comportamiento que es seriamente nocivo para la seguridad o los objetivos diplomáticos de Estados Unidos. No obstante, al defender sus intereses, Washington tiene que estar consciente de dos factores. Primero, una ruptura total en las relaciones no es deseable, sencillamente a causa de la naturaleza transnacional de muchas amenazas a la seguridad en América Latina y la necesidad correspondiente de la cooperación internacional al tratarlas. Segundo, en cualquier situación en la que Estados Unidos se encuentre a sí mismo en una confrontación cara a cara con un líder populista probablemente terminará mal para Washington. Líderes astutos como Chávez o Morales sencillamente se aprovecharán de esa oportunidad para alegar que se están enfrentando al imperio. Por consiguiente, una respuesta cuidadosamente calibrada y una coordinación multilateral amplia a través de organizaciones como la OEA serán esenciales. En este sentido, la respuesta de EE.UU. al fraude electoral del 2008 en Nicaragua fue correcta. La administración Bush congeló la Cuenta Reto del Milenio de Nicaragua y exigió un recuento imparcial, pero actuó conjuntamente con la Unión Europea y otros donantes de ayuda al extranjero y dejó otras iniciativas de ayuda relacionadas con Nicaragua en su lugar.

El apoyo a los gobiernos centristas debe ser un segundo componente de la política de Estados Unidos. Si Estados Unidos puede fortalecer sus lazos con las administraciones moderadas en Brasil, México, Chile y en otros lugares, concretará la postura diplomática de EE.UU. en la región y exhortará la consolidación de alternativas responsables al populismo. Este apoyo debe ser sustancial pero no avasallador; inclusive para los líderes latinoamericanos que son amigables con Estados Unidos, una relación demasiado amigable con Washington puede ser una desventaja.

Hasta el momento, los funcionarios estadounidenses han actuado bastante bien en este aspecto. La administración Bush concluyó Tratados de Libre Comercio (TLC) con varios países latinoamericanos y les dio un respaldo verbal firme a los gobiernos de la izquierda moderada. Estados Unidos ha estado sumamente involucrado en la contrainsurgencia y la construcción del estado en Colombia durante los últimos diez años, y la Iniciativa Mérida representa un compromiso sin precedentes a la seguridad mexicana.

Al mismo tiempo, aún hay la percepción que Estados Unidos no ha cumplido sus promesas. El Congreso ha rehusado ratificar los TLC con Colombia y Panamá o tratar las inquietudes brasileñas con respecto a los subsidios agrícolas de EE.UU. También ha habido demoras en dispensar fondos y equipo relacionado con la Iniciativa Mérida.

Al Presidente Obama y a la mayoría demócrata en el Congreso les beneficiaría tratar estos asuntos. El rechazo de los TLC con Colombia y Panamá suscitaría graves dudas en cuanto al valor de la cooperación con Estados Unidos. Este resultado sería particularmente perjudicial en un momento en que estos países necesitan un acceso más libre a los mercados extranjeros para mitigar los efectos internos de la recesión global, y cuando la región en general enfrenta una opción entre dos filosofías opuestas de la economía. Similarmente, no llevar a cabo los compromisos existentes con México pone en riesgo desperdiciar los progresos recientes en los asuntos entre Estados Unidos y México. Si Estados Unidos busca promover alternativas constructivas al populismo, necesita demostrar que las opciones responsables traerán beneficios reales para los gobiernos latinoamericanos.

Esto también significa pensar en maneras creativas para fortalecer las asociaciones con los gobiernos de centro-izquierda y centro-derecha. Recientemente, analistas han presentado varias de esas propuestas, inclusive arreglos ampliados de combustible biológico con Brasil, incorporar fondos de “cohesión social” en los futuros TLC y tratar las políticas incumplidas de inmigración. A esta lista también podríamos agregarle restaurar los contactos entre militares que se han desgastado desde la década de los años setenta, aumentar la coordinación diplomática en cuestiones de estabilidad regional y otras iniciativas.57

Esta necesidad por la innovación está relacionada directamente con el tercer imperativo de la estrategia de EE.UU., una campaña para combatir los males que engendran cinismo, resentimiento y radicalismo. Esto significa crear y apoyar programas de apoyo que ofrecen métodos creativos e integrales a temas tales como la inseguridad pública, pobreza acérrima y una falta de capital humano, corrupción en el gobierno y suministro inadecuado de los servicios esenciales.

Ofrecer un anteproyecto completamente detallado para mejorar la política social y la seguridad humana en América Latina va más allá del alcance de este artículo. Sin embargo, cabe destacar que ejemplos de políticas empresariales exitosas ya se pueden palpar. Los programas Oportunidades y Estipendio Familiar; presupuestos participativos en Brasil; iniciativas comunitarias para el establecimiento de políticas adecuadas en América Central; intercambios profesionales entre las agencias policiales de Estados Unidos y América Latina; propuestas para crear fondos para la inversión social y proveer garantías de hipotecas a las familias latinoamericanas: Estos programas muestran el tipo de esfuerzo que será necesario para lograr que más ciudadanos latinoamericanos se conviertan en protagonistas de sistemas democráticos estables. En los próximos años, será necesario ampliar y mejorar estos tipos de iniciativas y asociarlas con proyectos que incrementen la disponibilidad y calidad de la educación primaria y secundaria. También sería atinado considerar maneras de ayudar a los países latinoamericanos a hacerle frente al impacto de la recesión global actual, ya que el radicalismo político y la inestabilidad económica históricamente se han reforzado mutuamente.

América Latina está en un momento decisivo. Antiguos rótulos como izquierda y derecha ya no son adecuados para describir la escena política; la verdadera división ahora es entre aquellos que se esfuerzan por un buen gobierno y aquellos que se enfocan en la movilización de los agravios en masa. Estados Unidos puede sacarle provecho a esta situación y fomentar una América Latina más estable, segura y democrática. No obstante, sólo puede hacerlo con la mezcla correcta de políticas, una voluntad de ser creativo y un sentido de compromiso duradero.

Notas

1. Thomas Skidmore y Peter Smith, Modern Latin America (América Latina Moderna), New York: Oxford University Press, 2001), 60-61, 135.

2. Gabriel Marcella, American Grand Strategy for Latin America in the Age of Resentment (La gran estrategia americana para América Latina en la era de resentimiento), Carlisle Barracks, PA: Strategic Studies Institute, 2007, 7-8; Juan Forero, “Latin America Fails to Deliver on Basic Needs,” (América Latina fracasa en proveer necesidades básicas), New York Times, February 22, 2005; Kenneth M. Roberts, “Latin America’s Populist Revival,”(El renacimiento populista de América Latina) SAIS Review 27 (2007), 9.

3. Alex Fernández Jilberto, “Latin America: The End of the Washington Consensus, the State of Democracy, and the Two Lefts,” (América Latina: El fin del consenso de Washington, el estado de democracia y las dos izquierdas), Journal of Developing Societies 24 (2008), 402; Roberts, “Populist Revival,” (Renacimiento populista), 10-11.

4. Roberts, “Populist Revival,” (Renacimiento populista) 3-6; Mitchell Seligson, “The Rise of Populism and the Left in Latin America,” (El surgimiento del populismo y la izquierda en América Latina), Journal of Democracy 18 (2007), 82.

5. Jose Pedro Zuquete, “The Missionary Politics of Hugo Chávez,” (La política misionera de Hugo Chávez), Latin American Politics & Society 50 (2008), 103; Javier Corrales, “Hugo Boss,” (Hugo el “Jefe”), Foreign Policy, January/February 2006, 32-39; “Chávez consolida su socialismo del siglo 21,” Informe Latinoamericano, 8 de agosto de 2008.

6. Raul Madrid, “The Rise of Ethnopopulism in Latin America,” (El surgimiento del etnopopulismo en América Latina), World Politics 60 (2008), 475-508.

7. “Evo’s Big Win,” (El gran triunfo de Evo), Economist, August 16, 2008, 36-37; “Rulers of Bolivia and Ecuador Resort to Mass Action Against Opposition,” (Gobernantes de Bolivia y Ecuador acuden a acción en masa contra la oposición), Latin American Security & Strategic Review, February 2007; International Crisis Group, “Bolivia: Rescuing the New Constitution and Democratic Stability,” (Bolivia: Rescatando la nueva constitución y la estabilidad democrática), June 19, 2008.

8. Catherine Conaghan, “Ecuador: Correa’s Plebiscitary Presidency,” (Ecuador: La presidencia plebiscitaria de Correa), Journal of Democracy 19 (2008), 46-60; International Crisis Group, “Ecuador: Overcoming Instability,” (Ecuador: Venciendo la inestabilidad), July 7, 2007, 1-4, 23.

9. Un buen resumen es Steven Levitsky y María Victoria Murillo, “Argentina: From Kirchner to Kirchner,” (Argentina: De Kirchner a Kirchner), Journal of Democracy 19 (2008), 17-27.

10. Discurso del Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en la 62ª Asamblea General de las Naciones Unidas, 25 de septiembre de 2007.

11. “Abuse as Usual Means Many Accounts to Settle,” (El abuso de costumbre significa muchas cuentas por arreglar), Revista Envío, enero de 2009, www.envio.org.ni/articulo/3935; James McKinley, Jr., “Nicaraguan Councils Stir Fear of Dictatorship,” (Consejos nicaragüenses despiertan temor de dictadura), New York Times, May 4, 2008.

12. “Venezuela Inflation Still Roaring,” (Venezuela: La inflación aún retumba), Latin American Economy & Business, April 2008; “Oil and Public Finances: Oil’s Tipping Point,” (El petróleo y las finanzas públicas: El punto de no retorno del petróleo), Latin American Regional Report: Andean Group, October 2008.

13. Forrest Colburn, “Latin America: Captive to Commodities,” (América Latina: Cautiva de la materia prima), Dissent, Winter 2009, 30; “Ecuador: Correa’s Economic Initiatives,” (Ecuador: Las iniciativas económicas de Correa), Latin American Regional Report: Andean Group, December 2007; “Monte Reel, “Bolivia’s Irresistible Reserves,” (Monte Reel, las reservas irresistible de Bolivia), Washington Post, February 10, 2008; Charles Newbery, “Hard Times for Argentina,” (Tiempos difíciles para Argentina), Business Week Online, August 6, 2008.

14. Kirk Hawkins y David Hansen, “Dependent Civil Society: The Círculos Bolivarianos in Venezuela,” (La sociedad civil dependiente: Los círculos bolivarianos en Venezuela), Latin American Research Review 41 (2006), 118; Ramiro Salvochea, “Clientelism in Argentina: Piqueteros and Relief Payment Plans for the Unemployed—Misunderstanding the Role of Civil Society,” (Clientelismo en Argentina: Los piqueteros y el plan de remuneración para desempleados—desacuerdo sobre la función de la sociedad civil), Texas International Law Journal 43 (2008), 306-310; “Con un cerco de violencia, el MAS convoca a 2 referendos,” La Razón, 29 de febrero de 2008.

15. “The Justice of Crowds,” (La justicia de la muchedumbre), Economist, March 14, 2009, 40; International Crisis Group, “Venezuela: La Revolución de Hugo Chávez,” 22 de febrero de 2007; Tina Rosenberg, “The Many Stories of Carlos Fernando Chamorro,” (Los muchos relatos de Carlos Fernando Chamorro), New York Times, March 20, 2009.

16. David Stout, “Chávez Calls Bush ‘the Devil’ in U.N. Speech,” (Chávez le llama “el diablo” a Bush en discurso ante la ONU), New York Times, September 20, 2006.

17. “Iran Offers Aid to Nicaragua, in a Sign of Deepening Ties,” (Irán le ofrece ayuda a Nicaragua, como seña de fortalecimiento de lazos), New York Times, August 6, 2007; “Ecuador Plans to Buy Weapons from Iran,” (Ecuador planifica comprar armamento de Irán), Tehran Times, December 15, 2008; Alba Gil, “Evo Morales Hace Amigos,” Americaeconomica.com, 5 de enero de 2006.

18. R. Evan Ellis, U.S. National Security Implications of Chinese Involvement in Latin America, (Lo que la participación de China en América Latina significa para la seguridad nacional de EE.UU.), Carlisle Barracks, PA: Strategic Studies Institute, 2005, 4-7, 22; “Venezuela: Unprecedented Visits by Russian Bombers and Warships,” (Venezuela: Visitas sin precedentes de bombarderos y buques de guerra rusos), Latin American Security and Strategic Review, September 2008.

19. “Venezuela Unprecedented Visits by Russian Bombers and Warships,” (Venezuela: Visitas sin precedentes de bombarderos y buques de guerra rusos), Latin American Security and Strategic Review, September 2008; “Medvedev Works on Latin American Links Beyond Chávez and His Allies,” (Medvedev trabaja enlaces latinoamericanos más allá de Chávez y sus aliados), Latin American Security and Strategic Review, November 2008; “Venezuela: Adding Tanks to Russian Shopping List,” (Venezuela: Agregando tanques a su lista de compra rusa), Latin American Security and Strategic Review, October 2008.

20. Justin Blum, “Chávez Pushes Petro-Diplomacy,” (Chávez empuja la petrodiplomacia), Washington Post, November 21, 2005. “Trying to Discern the Real Aims of Chávez’s Doctrines,” (Tratando de discernir las verdaderas metas de la doctrina de Chávez), Latin American Security and Strategic Review, February 2008; “The March 1 Raid on Ecuador,” (La redada del 1o de marzo en Ecuador), Latin American Special Report, SR-2008-02, 6.

21. Gabriel Marcella, War Without Borders: The Colombia-Ecuador Crisis of 2008 (Guerra sin fronteras: La crisis de 2008 entre Colombia y Ecuador), Carlisle Barracks, PA: Strategic Studies Institute, 2008, 23-25; “Nicaragua Breaks Diplomatic Relations with Colombia,” (Nicaragua rompe relaciones diplomáticas con Colombia), CNN.com, March 6, 2008.

22. Chris Kaul y Sebastian Rotella, “Hezbollah Presence in Venezuela Feared,” (Se teme presencia de Hezbollah en Venezuela), Los Angeles Times, August 27, 2008.

23. Arlen Specter con Christopher Bradish, “Dialogue With Adversaries,” (Diálogo con adversarios), Washington Quarterly 30 (2006-07), 24.

24. Daniel Restrepo, “U.S.-Venezuela Policy: A Reality Based Approach,” (Política EE.UU.-Venezuela: Método basado en la realidad), Center for American Progress, December 2006,6-8; “Peru Recalls Venezuela Ambassador,” (Perú retira embajador de Venezuela), BBC News, April 30, 2006; news.bbc.co.uk/2/hi/americas/4959220.stm.

25. Sean Burges, “Building a Global Southern Coalition: The Competing Approaches of Brazil’s Lula and Venezuela’s Chávez,” (Construyendo una coalición del sur global: Los métodos en competencia de Lula de Brasil y Chávez de Venezuela), Third World Quarterly 28 (2007), 1353.

26. Felipe Moreno, “Latin America’s True Colours,” (Los verdaderos colores de América Latina), Contemporary Review 288 (2006), 413.

27. “Venezuela and the Region: Chávez’s Comeback Drive Tumbles,” (Venezuela y la región: Regreso de Chávez conduce a caídas), Latin American Security and Strategic Review, September 2008.

28. “Chávez’s ‘Belligerent’ Rhetoric Loses Him Support in the Andes,” (Retórica beligerante de Chávez hace que pierda apoyo en los Andes), Latin American Regional Report: Andean Group, February 2008.

29. “Fantastic U.S./Argentina Bilateral Relations,” (Relaciones bilaterales fantásticas entre EE.UU. y Argentina), Mercopress, December 14, 2006; “Argentina-U.S.: Keeping Alive the ‘Triple Border’ Threat,” (Argentina y EE.UU.: Manteniendo viva la amenaza de la Tres Fronteras), Latin American Security and Strategic Review, February 2004.

30. Clare Ribando Seelke, Nicaragua: Political Situation and U.S. Relations, (Nicaragua: Situación política y las relaciones con EE.UU.), Washington, D.C.: Congressional Research Service, March 17, 2008, 2-6.

31. “The March 1 Raid on Ecuador,” (La redada del lo de marzo a Ecuador), 3, 7; Marcella, War Without Borders, 26-28.

32. “On Ecuador’s Border, the FARC Visits Often,” (Las FARC visitan a menudo la frontera del Ecuador), Christian Science Monitor, March 10, 2008; “Colombia and Ecuador Take Steps To Accommodate Each Other’s Demands,” (Colombia y Ecuador toman medidas para acomodar las demandas de cada uno), Latin American Security and Strategic Review, January 2009.

33. Javier Santiso, trans. Cristina Sanmartin y Elizabeth Murry, Latin America’s Political Economy of the Possible: Beyond Good Revolutionaries and Free-Marketeers, (La economía política de lo posible de América Latina: Más allá de buenos revolucionarios y comerciantes libres), Cambridge: Massachusetts Institute for Technology Press, 2007, 94.

34. Para políticas económicas demócratas sociales, consultar Francisco Panizza, “Unarmed Utopia Revisited: The Resurgence of Left-of-Center Politics in Latin America,” (Volviendo a tratar la utopía desarmada: El resurgimiento de la política centro-izquierda de América Latina), Political Studies 53 (2005).

35. Julieta Palma y Raúl Urzúa, “Anti-Poverty Policies and Citizenry: The Chile Solidario Experience,” (Las políticas contra la pobreza y la ciudadanía: La experiencia Chile Solidario), Paris: UNESCO, 2005, unesdoc.unesco .org/images/0014/001402/140240e.pdf, 20-22.

36. Ver los informes de país de Brasil, Chile y Uruguay en Freedom House, Freedom in the World 2008, www .freedomhouse.org/template.cfm?page=21&year=2008.

37. Brian Wampler y Leonardo Avritzer, “The Spread of Participatory Democracy in Brazil: From Radical Democracy to Participatory Good Government,” (El esparcimiento de la democracia participativa en Brasil: De democracia radical hasta buen gobierno participativo), Journal of Latin American Urban Studies 7 (2006), 37-52; Panizza, “Social Democratisation of the Latin American Left,” (Democratización social de la izquierda latinoamericana), 99-101.

38. Michael Reid, Forgotten Continent: The Struggle for the Soul of Latin America, (Continente olvidado: La lucha por el alma de América Latina), New Haven: Yale Press, 2007, 179-181; United Nations Development Program, 2007/2008 Human Development Report, “Chile.”

39. Freedom House, Freedom in the World 2008, (Libertad en el mundo 2008), “Chile Country Report”, (Informe sobre Chile).

40. Ver “Uruguay: Tougher Times Ahead,” (Uruguay: Tiempos difíciles en el futuro), Latin American Economy & Business, February 2009; “Uruguay: Government Forecasts 2.5% Growth in 2009,” (Uruguay: Gobierno predice crecimiento de 2,5% en 2009), Latin American Economy & Business, January 2009; “Uruguay: Some Fiscal Slippage,” (Uruguay: Algunos bajones fiscales), Latin American Economy & Business, November 2008; “Desempleo 2007 en Uruguay cae al mínimo desde 1993,” Reuters América Latina, 7 de febrero de 2008.

41. Nilson Brandão Junior y Marianna Aragão, “Miséria no Brasil Cai 27,7% no 1º Mandato de Lula,” (Pobreza en Brasil cae 27,7% en el primer mandato de Lula), O Estado de Sao Paulo, 20 setembro 2007; “Brazil: Half the Nation, a Hundred Million Citizens Strong,” (Brasil: Mitad de la nación, cien millones de ciudadanos), Economist, September 13, 2008, 43-44.

42. Leonardo Avritzer, “New Public Spheres in Brazil: Local Democracy and Deliberative Politics,” (Nuevas esferas públicas en Brasil: Democracia local y política deliberativa), International Journal of Urban and Regional Research 30 (2006), 623-637.

43. “Uruguay: Pese a la oposición interna, Vázquez firma el Tifa,” Informe Latinoamericano, 2 de febrero de 2007; Raúl Zibechi, “Argentina-Uruguay: The Paper War,” (Argentina-Uruguay: La guerra del papel), CIP Americas Program, March 15, 2006.

44. “Chile: Putting Bilateral Disputes in Insulated Channels,” (Chile: Colocando disputas bilaterales en canales aislados), Latin American Regional Report: Brazil and Southern Cone, November 2007.

45. Max Manwaring, “Of Interest,” (De interés), SSI Newsletter, September 17, 2007; Jonathan Katz, “U.N. Peacekeepers in Haiti Turning to Development,” (Mantenedores de paz de la ONU en Haití acuden al desarrollo), Miami Herald, April 26, 2009.

46. Nicolas Kozloff, Hugo Chávez: Oil, Politics, and the Challenge to the United States, (Hugo Chávez: Petróleo, política y el reto para Estados Unidos), New York: Palgrave Macmillan, 2007, pp. 109-111; “Brazil: Taking Advantage of the ‘4th Fleet Syndrome,’” (Brasil: Aprovechándose del “Síndrome de la Cuarta Flota”), Latin American Security and Strategic Review, August 2008; Max Manwaring, “Of Interest,” (De interés), SSI Newsletter, September 17, 2007; Jonathan Katz, “U.N. Peacekeepers in Haiti Turning to Development,” (Mantenedores de paz de la ONU en Haití acuden al desarrollo), Miami Herald, April 26, 2009.

47. Burges, “Building a Global Southern Coalition,” (Formando una coalición del sur global), 1348-1356; Sara Miller Llana, “Brazil, Venezuela Vie for Energy Clout,” (Brasil, Venezuela compiten por poder de la energía), Christian Science Monitor, August 10, 2007.

48. Hojas de datos de USAID, www.usaid.gov/policy/budget/cbj2005/lac/pdf/514-009.pdf.

Vinay Jawahar y Michael Shifter, “State Building in Colombia: Getting Priorities Straight,” (Construcción del estado en Colombia: Colocando en orden las prioridades), 49. Journal of International Affairs 58 (2004), 143-154.

50. Thomas Marks, “A Model Counterinsurgency: Uribe’s Colombia (2002-2006) vs. FARC,” (Un modelo de contrainsurgencia: La Colombia de Uribe (2202-2206) vs las FARC), Military Review, March-April 2007, 41.

Marcella, 51. American Grand Strategy, (La gran estrategia americana), 36-37.

52. Theresa Braine, “Reaching Mexico’s Poorest,” (Llegando a los más pobres de México), Bulletin of the World Health Organization 84 (2006), 592-593; Sarah Barber y Paul Gertler, “The Impact of Mexico’s Conditional Cash Transfer Programme, Oportunidades, on Birthweight,” (El impacto del programa de México sobre transferencia condicional de efectivo, Oportunidades, sobre el peso de nacimiento), Tropical Medicine and International Health 13 (2008), 1405-1414.

53. Mark Sullivan y June S. Beittel, Mexico-U.S. Relations: Issues for Congress, (Relaciones México-Estados Unidos: Temas para el Congreso), Washington, D.C.: Congressional Research Service, December 18, 2008, 3-4; Laurence Iliff y Alfredo Corchado, “2 Mexican States Trying Out New Justice System,” (Dos estados mexicanos ponen a prueba nuevo sistema judicial), Dallas Morning News, August 18, 2008.

54. Mario Vázquez Raña, “‘No vamos a fallar,’ compromiso del secretario de Seguridad Pública” El Sol del Bajío, 6 de julio 2008; Department of State, “Joint Statement on the Merida Initiative: A New Paradigm for Security Cooperation,” (Declaración conjunta sobre la Iniciativa Mérida: Un nuevo paradigma para la cooperación en materia de seguridad), October 22, 2007.

55. John Sullivan y Adam Elkus, “State of Siege: Mexico’s Criminal Insurgency,” (Estado de asedio: La insurgencia criminal de México), Small Wars Journal, August 19, 2008.

56. “Ecuador-Venezuela: Chávez y Correa esquivan la burocracia,” Informe Latinoamericano, 5 de septiembre de 2008.

57. Ver Jorge Castañeda, “Morning in Latin America,” (La mañana en América Latina), Foreign Affairs, September/October 2008.
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Colaborador

El Dr. Hal Brands hizo un doctorado en Historia en la Universidad de Yale. Es el autor de Mexico’s Counter-Insurgency and U.S. Counter-Narcotics Policy (La contrainsurgencia de México y la política de EE.UU. contra el narcotráfico) (2009), así como de From Berlin to Baghdad: America’s Search for Purpose in the Post-Cold War World (De Berlín a Bagdad: la búsqueda de EE.UU. de un propósito en el mundo posterior a la Guerra Fría) (2008). Ha escrito ampliamente sobre el tráfico de drogas y el crimen organizado en Latinoamérica. Actualmente trabaja como analista de defensa en Washington, D.C.

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