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No pretendo dármela de psiquiatra y ni siquiera de aficionado a esa interesante disciplina científica, pero un breve artículo publicado en el diario El Nuevo País (17-04-10, Pág. 12) me hizo interesarme en el síndrome del borderline (en español: transtorno de personalidad limítrofe o TPL)
El artículo en cuestión dice que algunos emperadores romanos sufrían de ese síndrome, lo que explica su comportamiento extraño, su inestabilidad emocional y hasta ciertos síntomas de locura que los impulsaba a tratar de alcanzar “la punta de la pirámide del poder” y a perpetuarse en ella.
A continuación resumo algunos resultados de mi búsqueda de información en Internet sobre ese trastorno de personalidad:
Se caracteriza por “desregulación emocional, pensamiento extremadamente polarizado y relaciones interpersonales caóticas”, a lo cual se suma “inestabilidad generalizada del estado de ánimo, de la autoimagen, de la conducta y del sentido de identidad”. Otros rasgos son: una marcada impulsividad, accesos de ira incontrolada e inapropiada, inestabilidad y desregulación emocional, disociación y pensamientos extremos.
Según la información que aparece en Internet los afectados por el trastorno “tienen unas pautas de pensamiento dicotómico características, también llamadas ‘pensamiento de blanco o negro’ (si no estás conmigo estás contra mi)” además “la autoimagen les inspira fantasías de omnipotencia y megalomanía”. Otras peculiaridades señaladas por los científicos son: “manifiestan casi obsesivamente deseos por una gran cantidad de objetivos que aunque no hayan sido conseguidos ya están buscando otro nuevo objetivo a lograr”; “en ocasiones su cólera domina su conducta”; “no pueden controlar sus sentimientos y emociones; “pasan de estados eufóricos a estados depresivos en cuestión de minutos”; “tienen una gran capacidad de manipulación”; “en general culpan de todos sus problemas a los demás”; “ensalzan o degradan a las personas muy rápidamente”
También según la información obtenida en Internet, “el desorden envuelve típicamente niveles inusuales de inestabilidad en el ánimo, en la identidad, en la auto-imagen y en el comportamiento así como relaciones interpersonales inestables y caóticas.
Otro síntoma es la del “splitting” o personalidad dividida que lleva a concebir solamente extremos (bueno versus malo, poderoso versus débil o indefenso). Generalmente son personas que adolecen de desorden de personalidad narcisista y utilizan el splitting como mecanismo de defensa.
Además esas personas tienen una tendencia a actuar de manera imprevista sin tomar en consideración las consecuencias; tienen una marcada tendencia a un comportamiento pendenciero y a provocar conflictos con los demás, sobre todo cuando sus actos impulsivos son contrariados o criticados; propensión a arranques de cólera o violencia con incapacidad para controlar el resultado de esas explosiones de comportamiento; dificultad para mantener un curso de acción que no ofrezca resultados inmediatos; ausencia de remordimiento o de empatía hacia los demás; impulsividad e imprudencia; ausencia de metas realistas de largo plazo; expresiones de irritabilidad, molestia, impaciencia, amenazas, abusos verbales, incapacidad para controlar la rabia y el temperamento; escaso control del comportamiento; tendencia a violar los límites y los derechos de los demás; desprecio e indiferencia por la seguridad del prójimo; dificultades con otras autoridades.
Cualquier semejanza con algún personaje de la vida real que se considere emperador es pura coincidencia.
Adolfo R. Taylhardat
www.adolfotaylhardat.net/indexbis
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