

Conflictos
Publicado el 11.03.2010 12:43
Por Alfonso Rojo
Ella ha dicho que todos han sido «tratados bien dentro de las limitaciones del desierto», pero no se llamen a engaño. Aquello es un horror y los 101 días que Alicia Gámez ha pasado en manos de los facinerosos de Al Qaida han tenido que ser espantosos.
No sólo por el miedo y la incertidumbre. Donde la han tenido y retienen a sus dos compañeros de ONG no hay agua corriente, ni electricidad. Por no haber, no hay ni cuarto de baño y hasta lo más nimio de la vida cotidiana, se convierte en un calvario. En esas circunstancias, la comida es casi irrelevante y la mugre se hace obsesiva.
Hoy, en las tertulias de radio y televisión, habrá quienes se pregunten por qué han soltado a Alicia. El Gobierno español asegura que no ha pagado rescate alguno y esta vez, a diferencia de lo ocurrido con el Playa de Baquio y el Alakrana, me lo creo.
Pero no se cofundan. No se trata de un gesto de buena voluntad o de que los salafistas se sintieran incómodos por la presencia de una mujer entre ellos. A esos camelleros, tan crueles como fanáticos, les importan un comino la condición femenina, la vida ajena y el dolor del prójimo.En un manual para secuestradores, encontrado en la guarida donde capturaron en Mauritania al islamista Jahen Olsaman, asesino de un matrimonio de turistas franceses y de sus dos hijos pequeños, se explica que si hay una occidental entre los rehenes se la puede tomar como esposa.
También matarla, como a los varones. De no degollar a los cautivos, se recomienda negociar un rescate o cambiarlos por compinches presos.
Han liberado a Alicia Gámez como «señal» en el trato, porque atrás quedan Roque Pascual y Albert Vilalta y los terroristas han apalabrado ya una buena tajada por esos dos. Cobrar, van a cobrar. En dinero, en carne o en ambas cosas.

Alfonso Rojo
alfonsorojo@periodistadigital.com
Abogado y periodista español

*Este artículo fue publicado originalmente en el Diario ABC de España

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