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Caracas, Dtto. Capital, Venezuela
La participación de los oyentes y las denuncias forman el plato fuerte de PLOMO PAREJO. Conducido por el polémico Iván Ballesteros que se caracteriza por descubrir, analizar y difundir temas que conmocionan el acontecer político a través del contacto con sus protagonistas. Sus secciones ya son todo un éxito: “Plomo y Candela” con Ballesteros y la periodista Patricia Poleo, “Misión Imposible”, "El Jalabolas", "Qué hace Chávez con el dinero de los pobres" han dado mucho de qué hablar.

Frases de dictadura.

Frases de dictadura.
"Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes”. Marqués de Lafayette.

Programa Plomo Parejo íntegro del día 03/04/2014

viernes, 12 de febrero de 2010

CANAS, ARRUGAS Y TORMENTOS

No se traiciona el juramento a la bandera y el deber de patria, sagrada obligación castrense, sin esperar el rencor y la ira de los hermanos de uniforme. Por lo tanto, ¿en quién confiar? ¿En qué general o teniente coronel depositar una auténtica confianza, si se les conmina a la traición, al desprecio, a la cárcel a perpetuidad?


Se comenta en predios opositores la orden impartida por el comandante Reyes Reyes al chavismo duro y muy en particular al blando –alebrestado y midiendo la talanquera por causa de los mismos problemas que afectan a los opositores – de enfrentar al monarca mirándolo estricta y solamente de las cejas hacia abajo. No alzar la vista más allá de sus ojos, so pena de prisión y destierro, pues el supremo se encuentra irritado al máximo por quienes se andan burlando de su pelo pintado.


¿Cómo – se preguntan los seguidores del caudillo – habría de pintarse el cabello todo un jefe revolucionario? ¿Dónde queda el tío Ho, con sus venerables canas? ¿Alguien ha visto alguna vez a Fidel Castro en manos de la tintorería? ¿Qué mejor ejemplo que Ramirito Valdés, cano hasta en sus entrañas?


Los más osados llegan a compararlo a Carlos Andrés Pérez, cuyo pelo cobrizo, obra de la alquimia seudo rejuvenecedora de Revlon o Scharzkopf, dio pábulo a la creación de ASOPEPÍN, engendro de la furibunda imaginación del padre del Camaleón, nuestro queridísimo Graterolacho: la afamada ASOCIACIÓN DE PELOS PINTADOS, ASOPEPÍN. En el que militaba lo más graneado de la “quinta” de la Cuarta, ya septuagenaria y próxima al bastón, sin soltar por ello el coroto.


De moda las telenovelas en que viejitos verdes teñidos hasta en sus partes pudendas se agarraban de tremendas morenas o catirotas veinteañeras para animar el artefacto – no existía el Viagra ni gobernaba en Argentina la reina del Cerdo, la calentona Cristina Kirchner (Bayly dixit) – teñirse el pelo era obligación política. Así quien mirara a los miembros de ASOPEPÍN a las entradas, leves o pronunciadas, de la frente, constatara raíces traicioneras.


A esa experiencia recurre Reyes Reyes, guardián de la supuesta juventud del que más mea. Así comience a estropeársele el artilugio. Chávez, señoras y señores, envejece irremediablemente y a juzgar por el gesto del índice con que descorre de su frente las perlas de sudor que suelen atormentarlo durante la emisión de Aló Ciudadano – a pesar de los aires acondicionados portátiles – no es como su Gran Maestro Juan Domingo Perón, de quien sus adoradores exclamaban admirados: “¡Ché, pero si Perón no suda!”. Otro que recurrió al arte de expertas peluqueras, pues la edad lo agarró por las sienes.


Gordo y de papada, ya caídos sus belfos, arrugado y canoso, no se requiere de gran imaginación para ver a Cronos asaltándolo por las espaldas. Se nos envejece el caudillo, a pesar de su relativamente corta edad. Once años de desafueros, trácalas y tropelías, de traiciones y saltos al vacío dejan huella. No se toma por asalto a un pueblo de buena voluntad sin tener que pasar por la taquilla del tiempo a pagar las facturas.


Y si arrugas y canas expresan el deterioro externo, no hablemos del interno, el del alma, cada día más constreñida y estrujada por los temores del futuro. Tener que vivir pegado al teléfono esperando las instrucciones del Agónico y deber arrodillarse ante el procónsul para saber a qué atenerse, lo debe tener trepando por las paredes. No se traiciona el juramento a la bandera y el deber de patria, sagrada obligación castrense, sin esperar el rencor y la ira de los hermanos de uniforme. Por lo tanto, ¿en quién confiar? ¿En qué general o teniente coronel depositar una auténtica confianza, si se les conmina a la traición, al desprecio, a la cárcel a perpetuidad? Por allí ronda el Estatuto de Roma, afilando sus guadañas.


Contrariamente a quienes le envidian tanto poder, cada vez más frágil y quebradizo, yo no le alquilo las ganancias. Podrá cortarnos la luz y el agua. Al final le espera el despeñadero. Cada día más próximo, cada día más cercano.


Pedro Lastra

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