Por: Octavio Montiel.
Y el muchacho resentido
se apoderó de la casa;
la dividió, y amenaza
con quedarse allí metido.
Encuentra muy divertido
que el hogar ande al garete,
mientras él se da banquete
viendo cómo sus hermanos
hasta se van a las manos
para alegrarle el templete.
según el capricho rojo
que su regalado antojo
de agitador mozalbete
le dicte y él interprete
que lo hace ver como un dios.
Es el muchacho feroz
que ha hipnotizado a unos cuantos
con las mentiras y encantos
que imposta junto a su voz.
para cubrir cada pista
de su juego comunista
con el martillo y la hoz.
Y su destrucción veloz
siempre nos tiene ocupados,
mirando por muchos lados
las rubieras que nos deja;
y saltan, si uno se queja,
sus soldaditos armados.
los muchachos del futuro,
Jacqueline, o jefa a juro,
estamos esperanzados
en que de los aplazados,
por cosas de equivalencia,
se imponga la humana ciencia
de un rebelde colegial,
oveja negra genial,
es decir, una eminencia.
de su ”Serán unos Chávez”,
o aquí quemamos las naves
enfrentando esta demencia,
o aceptamos con paciencia
la ley que van implantar.
Y así mandará a estudiar
a sus hijos Venezuela:
“Muchacho, ve pa`la escuela
pa’ que aprendas a ignorar.
hazme sentir mucho
orgullo diciendo
‘Aquí está lo tuyo,
te voy a pulverizar…
¿No hay nada para mascar?...
madre, aplaude como foca,
que a tu hijo le provoca
zamparse un poco de pasta.
Coño, pusiste la plasta,
¡mamá se acabó la coca!’”
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