Esto es tan contundente que cualquier usuario puede llegar a tener la sensación de que, en realidad, la programación del canal del Estado es un accidente. Una suerte de rutina que sólo existe para ser intervenida. Quizás sea una metáfora potable de lo que sucede en el país. El orden planificado y aprobado, presupuestado y producido, está al servicio de una dinámica personal absolutamente impredecible.
El socialismo del siglo XXI es peculiar: se empeña en privatizar lo público.
Alberto Barrera Tyszka
El Nacional
Lo que más resalta, y lo que define en gran medida el proyecto comunicacional del canal, es su persistente dedicación a promover y amplificar el culto a la figura del Presidente
¿ Tienes dudas? ¿Quieres saber en verdad qué nos está pasando? ¿Te interesa conocer una versión de lo que ocurre en nuestro país, cómo es ese mareo que llaman la realidad? ¡Las respuestas a todas estas interrogantes están muy cerca! ¡Al alcance de tu mano! ¡Ya no tienes que leer esos aburridos y largos textos! ¡Olvídate de escuchar charlas, debates y mesas redondas! Tú sólo puedes darte cuenta.
¡Aquí está la solución! ¡Toma el control y enchúfate ya! ¡Sintoniza el canal 8! ¡Conéctate a Chavezvisión! Ironías aparte, pienso sinceramente que Venezolana de Televisión, el canal público más importante del país, es una ventana casi perfecta, un espacio que retrata nítidamente la forma en que piensa y actúa este Gobierno. Cualquiera que desee comprender cómo el poder entiende la gerencia pública, la democracia y la política, debe sentarse frente a la pantalla y ponerse a ver “el canal de todos los venezolanos”. Lo más posible.
Hasta que el cuerpo aguante.
Lo primero que habría que destacar es la naturaleza errática de la programación: puede variar en cualquier momento. Todo espacio puede ser suspendido de inmediato, sin previo aviso, a cuenta de una simple llamada telefónica del Presidente o de un pase repentino a una maratónica reunión del Consejo de Ministros. Todos los conductores o animadores de los espacios siempre parecen dispuestos a ser interrumpidos. Actúan sabiendo que esa posibilidad existe, que está ahí, agazapada. Lo verdaderamente importante está fuera y en cualquier momento puede aparecer. En cualquier momento puede sonar un ring.
Esto es tan contundente que cualquier usuario puede llegar a tener la sensación de que, en realidad, la programación del canal del Estado es un accidente. Una suerte de rutina que sólo existe para ser intervenida. Quizás sea una metáfora potable de lo que sucede en el país. El orden planificado y aprobado, presupuestado y producido, está al servicio de una dinámica personal absolutamente impredecible.
El socialismo del siglo XXI es peculiar: se empeña en privatizar lo público.
Otro elemento que, de inmediato, sorprende es la publicidad. Probablemente, VTV sea el canal más comercial de todo nuestro espectro radioeléctrico. Sus tiempos de publicidad parecen, por momentos, infinitos. Se repiten, además, con una frecuencia inusitada. Exploran todas las dimensiones posibles de la propaganda, sin ningún pudor, sin ningún reparo ético, sin ninguna restricción. Si enciendes la pantalla ahora, no tardará ni cinco minutos en aparecer una pieza publicitaria sobre “el autobús del retroceso”.
La televisión pública no sólo es descaradamente pro gobierno sino que, encima, desarrolla campañas de ataque y de satanización de cualquier adversario político. Es algo que no ocurre en casi ningún país del mundo. Otra metáfora: lo público ha sido saqueado y se ha convertido en un instrumento particular de un grupo de poder. El Estado, nuevamente, es un lugar de privilegios y de exclusión.
Pero sin duda lo que más resalta, y lo que define en gran medida el proyecto comunicacional del canal, es su persistente dedicación a promover y amplificar el culto a la figura del Presidente. Se trata de un énfasis constante, en todos los espacios, desde los noticieros a los programas de opinión.
En cápsulas informativas, en testimonios de calle, en videoclips emocionales…
No hay manera de escapar.
VTV es un publicanal dedicado casi exclusivamente a vender la marca Chávez. Por supuesto que no se trata de una apuesta en solitario, que no es un toque caprichoso de la televisión estatal. Esto está articulado a un proyecto mayor, calculado y dirigido, destinado a convertir un carisma personal en una particular forma de tiranía.
Un ejemplo de esta semana: ¿alguien puede explicar qué sentido tiene el acto, y toda la consecuente parafernalia televisiva, que celebró los cuarenta años del ingreso de Hugo Chávez Frías a la Academia Militar? Siéntate y mira una pieza publicitaria que recrea ese momento. La toma imponente del orden uniformado, la música sacra de fondo, la voz en off del Presidente… La sacralización del poder ya es un género televisivo, forma parte de la industria del entretenimiento
¿Tienes dudas? ¿Quieres saber en verdad qué nos está pasando? ¿Te interesa conocer una versión de lo que ocurre en nuestro país, cómo es ese mareo que llaman la realidad? Enciende el canal. Hazlo críticamente. Como debe hacerse con todos los medios. Siéntate con tus preguntas frente a VTV. Ahí está una máquina para eliminar diferencias. Una propuesta para estandarizar lo que piensas y lo que sientes.
Otra posible metáfora de nuestro futuro.
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