Si permanecen ciegos y sordos al reclamo del necesario viraje y se mantienen en la abyecta hipocresía de disimular latrocinios y despotismos militares con proclamas adulteradas del bolivarianismo, entonces ocurriría lo peor para todos: Luego de un proceso de desintegración político, social, económico, institucional y por supuesto militar, con el país en riesgo de perder incluso vastos territorios sobrevendrá seguramente con intervención extranjera regional, una recomposición completa de las FFAA incluyendo hasta la probabilidad de su pura y simple desaparición.
Alberto Franceschi
ND 5 Octubre, 2011
Lo que pueden esperar los militares
¿Sobrevivirán estas FFAA? Vamos por parte. El título y esta pregunta inicial, carecerían de sentido en un país normal, lo que no es el caso de Venezuela en vísperas de una encrucijada histórica. A la muerte de Chávez o de la declaratoria de su incapacidad para ejercer la Jefatura del Estado, se supone que empiezan, casi automáticamente, las convulsiones en el mundo militar, porque estará en juego su misma razón de ser, su rediseño y el destino de estas FAB.
La razón para ello, es que sobre esos cuerpos uniformados se ejercerán todas las presiones sociales políticas y geopolíticas, para dirimir cual sello de intereses se impone en el nuevo régimen y a partir de allí delinear el curso de los acontecimientos.
Esto es lo que en principio lanza las muchedumbres a las calles, pero ellas no podrán, o no querrán resolver, arriesgándose a matazones y menos aún en un escenario de confrontaciones desiguales entre los grupos armados chavistas y manifestantes, que aunque pacíficos resulten impacientes y a los que querrán devolver a sus casas.
Las presiones de las que hablo no son para nada abstractas. Existen alineamientos automáticos y los que aún no se producen, pero que tendrán lugar si ó si, al calor de las confrontaciones que se disfrazarán con mantos ideológicos, aunque todos sabemos de sobra que solo serán expresiones de intereses de grupos, de mafias, o de proyectos delincuenciales o sus opuestos, que ya hierven en la trastienda.
Como siempre ha ocurrido en la historia universal, tras el lenguaje altruista y rimbombante se esconden las mayores mezquindades humanas, que más bien traman el reparto del botín y en Venezuela hay razones, a pesar del fardo del endeudamiento, para que esa presa, que es muy suculenta, despierte demasiados apetitos, sobre todo los de los ya muy hartos y los de hambre demasiado atarazada. Y no hablo precisamente del pueblo humilde de dieta constreñida, me refiero al hambre de gruesas cuentas bancarias, sobre todo las depositadas en dólares.
De manera que si queremos un primer pronóstico, es dable en un primer momento, un proceso de confrontación mayor que dirima, en muy breve plazo, que puede ser hasta de horas, la primacía en beneficio de alguno de los grupos de interés, o más propiamente de una coalición de varios factores, aunque solo sea de coincidencias transitorias.
No creo que el pleito llegue a mayores. Se trata solo de mostrar los colmillos y capacidades de destrucción de cada cual, tras algunos escarceos. La sangre, si llegara al pavimento, sería la de algunos pendejos “muertos en acción”, que pasarán a esa lista de anónimos de los que rinden su vida en tributo a la felonía de alguna ambición ajena, pero con poder de mando. ( v.g. 4 de febrero de 1992 y 27 de Nov. del mismo año).
Hasta este escenario véase que no nombro a Chávez y es que él es que menos cuenta, aunque sea del que más se hable.
Nadie da la vida por un líder muerto o incapacitado. Pueden roncar diciéndolo, pero en realidad estarán actuando más bien por cuenta del que busque aparecer como caudillo sustituto.
Se habla mucho del apoyo militar eventual que tendría Diosdado Cabello en medio de esas circunstancias de crisis y eventualmente puede ser cierta esa presunción. Pero más probable aun es que, visualizándose el ocaso obligado del chavismo en el poder, los eventualmente alineados con esa figura del actual mando, dejen de estarlo ante la circunstancia del fin de ese poder y más bien trabajen en función de nuevos líderes militares.
Para ser interlocutores válidos, estos emergentes deberán contar con mando efectivo y real de tropas y con capacidad de fuego táctico y estratégico o que resultaren, en medio del conflicto abierto, con un piso político que se los genere.
Allí entran también, en ese escenario convulsionado del mundo militar, los distintos portavoces civiles, para decantar los intérpretes adecuados de esas coaliciones uniformadas y su interrelación con esos también emergentes liderazgos civiles.
Las famosas Juntas Cívico-Militares están en el horizonte político obligado, porque ellas son la conclusión lógica de una coalición de intereses, que subsumen en una realidad distinta y mutuamente útil, las incapacidades de cada sector para intentar reinar por separado.
Cada uno preferiría no contar con el otro, pero nada pueden el uno sin el otro.
Los mejores propósitos, las más rimbombantes proclamas libertarias, siempre requerirán de una contabilidad de guarniciones, tanques y fusiles que las hagan sonoras, la más capaz de las juntas militares pueden tener los pies de barro, si no cuentan con los factores político-sociales que le den sustento y permanencia.
Quiéranlo o no, la primera gran tarea de esa Junta Cívico Militar, debe ser desarmar a todos los irregulares, y si no es capaz de hacerlo, sencillamente el poder caerá en manos de quien si esté dispuesto a realizar esta elemental tarea de reconstrucción del poder coercitivo del monopolio de la violencia en manos del Estado.
Si la coalición cívico-militar que asume el mando del país, al producirse el vacío que deja Chávez, no asume esa crucial definición, sobre si el Estado detenta o no el poder de coerción, entonces si marcharíamos a una inevitable etapa de violencia de irregulares, que terminarán a la postre siendo liquidados, pero a un precio que variará según sean los fanatismos acumulados y sobre todo las prescindencias irresponsables que lleven al vacío de poder de Estado, que con seguridad lo llenarían tropas extranjeras, en primer lugar las Colombianas y Brasileñas que deberemos pagar luego a un alto costo en soberanía sobre nuestro suelo y recursos.
Ese puede ser el peor de los legados de Chávez, dejarnos una nación tan fragmentada y unas FFAA tan vulnerables, por su descomposición interior, que sencillamente nos hagan pasto fácil de un descuartizamiento de nuestra nación a manos de naciones vecinas que tendrán la excusa de no querer contagiarse con nuestra anarquía.
Les tengo la noticia señores militares, que antes, durante o inmediatamente después – ya sea postergada o simultáneamente- de ese periodo de confrontaciones internas, va a producirse una muy fuerte purga de factores que estuvieron comprometidos directamente con el coloniaje castrista y con el círculo de poder chavista dentro de las FFAA.
No hay recomposición posible del tejido social e institucional del Estado venezolano, si previamente o se depura fuertemente a estas FFAA de todos sus elementos disolventes, partidizados y sobre todo de esos cuerpos ajenos de paramilitares y milicianos de nómina partidista y Castrista.
Por si fuera poco y por primera vez desde que Chávez asumió el poder, habría que asumir como prioritaria la tarea de limpiar nuestras estados de fronteras de toda la plaga guerrilleras y de irregulares colombianos coludidos con el hampa, el narcotráfico, la “industria del secuestro” y el pago de impuestos de guerra (vacunas) a las FARC, ELN etc.
En ese escenario quizá lo más conveniente es asumir la fórmula del Dr. Diego Arria de pedir ayuda a los cascos azules de la ONU, para una limpieza de esa frontera o apelar a fondo a acuerdos mutuamente beneficiosos con Colombia, para estructurar una fuerza binacional que persiga en caliente a todo grupo irregular.
Permanecer en las FFAA venezolanas implica que se acaba la repartidera de pollo en Mercal y la vagancia de vivir de desfile en desfile, con pechos llenos de condecoraciones y uniformes más bien parecidos a chinecos y arbolitos navideños insinuando mil batallas nunca hechas.
Las FFAA volverán a su mejor pasado, cuando pacificó los campos y montañas de Venezuela y pudo hacer llegar la democracia real a todas las aldeas, con los drásticos mejoramientos sociales.
Si las FFAA a través de liderazgos lúcidos convienen en ajustarse a los cambios drásticos que implican los nuevos tiempos y asumen estos u otros pronósticos de parecidos desarrollos o final, que son fruto de lo que nos enseña la experiencia histórica, entonces saldremos de la tronera adonde nos trajo el chavismo.
Si permanecen ciegos y sordos al reclamo del necesario viraje y se mantienen en la abyecta hipocresía de disimular latrocinios y despotismos militares con proclamas adulteradas del bolivarianismo, entonces ocurriría lo peor para todos: Luego de un proceso de desintegración político, social, económico, institucional y por supuesto militar, con el país en riesgo de perder incluso vastos territorios sobrevendrá seguramente con intervención extranjera regional, una recomposición completa de las FFAA incluyendo hasta la probabilidad de su pura y simple desaparición.
Un gran cuerpo armado policial especializado puede cumplir las funciones necesarias del Estado en un mundo globalizado, que hace de los ejércitos simples antiguallas solo aptas para imponer o mantener liderazgos indeseables. Hay experiencia… Costa Rica y Panamá son sus últimos ejemplos. La civilizada Suiza es el otro mejor modelo, pero para eso no estamos preparados.
No se por cuantas décadas aún, y a pesar de vivir desde hace ya 200 años bajo la admonición del Precursor Miranda: “Sois bochinche, bochinche, solo bochinche”, requeriremos de un cuerpo armado que establezca el respeto a las reglas que se supone decidamos en común.
La falla estuvo en las FAB que resolvió que las reglas eran las de un sector del país, que les incluía como beneficiarios en contra del resto.
El régimen constituido, al zozobrar por ausencia de su creador, caudillo y déspota replantea todo. Veamos cómo nos ponemos de acuerdo en lugar de entre devorarnos.
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