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La participación de los oyentes y las denuncias forman el plato fuerte de PLOMO PAREJO. Conducido por el polémico Iván Ballesteros que se caracteriza por descubrir, analizar y difundir temas que conmocionan el acontecer político a través del contacto con sus protagonistas. Sus secciones ya son todo un éxito: “Plomo y Candela” con Ballesteros y la periodista Patricia Poleo, “Misión Imposible”, "El Jalabolas", "Qué hace Chávez con el dinero de los pobres" han dado mucho de qué hablar.

Frases de dictadura.

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jueves, 13 de octubre de 2011

La peligrosa apoteosis de CAP


POR: ELÍAS PINO ITURRIETA | EL UNIVERSAL · PUBLICADO EL 10/10/2011
La mirada puesta en el pasado corre riesgos cuando los rigores del presente sugieren evocaciones candorosas. Cuando se miran los antecedentes desde la oscuridad de un agujero, cuando se usa el espejo retrovisor desde la profundidad de un abismo como ninguno de los que envilecieron a la sociedad desde el período gomecista, sobreviene la tentación de las versiones angelicales de lo que fue y dejó de ser hasta límites inimaginables. Debe ser el riesgo habitual de quienes permitieron, tal vez debido a su ingenuidad, pero también a su irresponsabilidad, la dilapidación de un capital que ahora parece tesoro invalorable. Los números se extralimitan, los inventarios se vuelven hiperbólicos, la memoria vuela sin freno para detenerse únicamente en la apreciación unilateral de lo que se ha perdido, sin atender a los matices ni a los elementos destructivos o negativos del fenómeno evocado. Desde las candelas del purgatorio los pasos de sus habitantes se empeñan en buscar el edén, se aferran aunque apenas sea a un pedazo medio chamuscado de paraíso.
La reflexión proviene de las reacciones que ha provocado el regreso de los restos mortales del expresidente Carlos Andrés Pérez y su inhumación en Caracas. El suceso ha producido unas respuestas tan entusiastas, que sólo pueden entenderse si uno advierte el tiempo y el lugar desde los cuales se hacen. La repulsión de los últimos doce años conduce a la indulgencia excesiva, según se trató de apuntar al principio, aunque también la cristiana costumbre de referirse con generosidad a los difuntos en el momento de su sepultura. La necesidad de mostrarse como antagonista del chavismo y el mandamiento que nos obliga a ser respetuosos de quien apenas se ha marchado para no volver, hacen una amalgama de simpatía y memoria complaciente gracias a la cual se llega a una postura apologética que no permite la posibilidad de los reproches. Es algo más sentimental que racional, más afectivo que consciente de veras, capaz de abrumar a vastos sectores de la colectividad ganados cada vez más por una sensación de pérdida irreparable.
Pero no sólo estamos frente a conductas susceptibles de explicación partiendo de los argumentos esbozados, sino también ante una operación política que se lleva a cabo de forma deliberada. El partido Acción Democrática, con la licencia de los deudos del hombre público que ya no existe entre nosotros, convierte la inhumación en apoteosis. El resto de los líderes de la oposición, influidos por la atmósfera de unidad que hoy los domina, pero también por la conveniencia de evitar incomodidades entre la grey que pretende conducir a una victoria electoral, se une sin chistar, o a través de coros de regocijo, a la caravana beatífica. Aquí aparecen los problemas, aquí se complica una vicisitud que al principio no se advierte como consecuencia de ningún cálculo digno de censura: deja de existir una manifestación de emotividad para volverse escudo y espada en una escaramuza contra la “revolución”. Tales escaramuzas encuentran también fundamento sólido, desde luego, son capítulos de una contienda en la cual tienen sentido y utilidad armas de diverso tipo, aun las más sorprendentes y sorpresivas, de manera que tampoco debe uno rasgarse las vestiduras frente a la idea de convertir al expresidente Pérez en la reencarnación venezolana del Cid Campeador. Sin embargo, es evidente que se trata de un arma de doble filo. Por lo menos de una navaja de acero que puede volverse contra la garganta de quienes la sacan de la vaina sin las cautelas del caso.
Cuando Acción Democrática acude a la memoria del expresidente Pérez refiere a una figura fundamental de la democracia, a una vocación de servicio público que se remonta a 1936, cuando un joven de catorce años se estrena como activista político; pero también a lo más cuestionable de la historia de ese partido y del republicanismo reiniciado después del derrocamiento de Pérez Jiménez. La primera administración de quien ahora regresa en olor de santidad significó la desaparición de la austeridad que caracterizó a los regímenes fundacionales, la ruptura de los diques capaces de detener los negociados y las corruptelas, el desbordamiento de un personalismo apenas abocetado en la víspera, el advenimiento de unaVenezuela saudita que dejaría pesados lastres al futuro y anunciaría un declive que su mismo promotor protagonizaría sin remedio en una segunda gestión como jefe del Estado. Su retorno al poder tradujo la postración de la convivencia de entonces, resumida en el desgaste personal y político de un mandatario incapaz de reaccionar con lucidez ante los reclamos de su tiempo, y de detener la devastadora tormenta que acabaría con él para después ocuparse del sistema democrático en su conjunto. Es un proceso lleno de pormenores a los que se debe acudir para la interpretación solvente que ahora impiden los aprietos de espacio, pero del cual se desprenden las sombras de un tránsito que sólo la ceguera puede convertir en refulgente brújula.
El entierro del expresidente Pérez obliga a una reflexión equilibrada, porque con una apología como la que presenciamos no se remediarán los males de la sociedad ni se manejará con responsabilidad el porvenir. ¿Acaso no debemos topar con diversas causas de nuestra desventura, que no sean sólo Hugo Chávez, para evitar su renacimiento mañana? Las fantasías sobre el pasado son pésimas consejeras, aunque sean alimentadas por las penas de la actualidad.
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Alberto Rodríguez Barrera

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