El caso Sicodena. CAP y Felipe González

Señor
Felipe González
Madrid.
En su artículo "Carlos Andrés Pérez, homenaje al amigo" (El Nacional, 31-12-10), dice que CAP "Ha muerto como un desterrado sin dejar de mirar a su tierra, Venezuela, a la que dedicó su vida, sus esfuerzos, su pasión. Por ninguna razón merecía ese destino, incluido el procesamiento que lo sacó de  su segunda presidencia de la República. Cuando se sosieguen las cosas y se vea la perspectiva histórica con cierta objetividad, esto quedará claro".
¿Qué quedará claro, señor González? ¿Qué fue injusto condenarlo por lo de la partida secreta, pues no se entendió, como usted afirma, su obsesión de seguridad para la señora Violeta Chamorro  y la estabilidad de Nicaragua? Es fácil inferir, con una pequeña dosis de sosiego, que la conclusión sería la misma con respecto al caso del buque Sierra Nevada. Y sólo sería menester una pizca de objetividad para la misma conclusión en torno al caso de las cuentas mancomunadas, amén de que permanece en la alforja el argumento de que todo ello es nimio al lado de la magna obra del hombre de Rubio. Puede ser que la perspectiva histórica de gente parcializada desvirtúe la verdad de esos escándalos, mientras a la par la historia dibuja otro caso cargado de realidades que nadie se atreve a negar. Existe un expediente penal con pruebas de unos  hechos perpetrados por CAP, los cuales ni usted se atrevería a refutar. Me refiero el caso del Sistema de Comunicaciones de la Defensa Nacional (Sicodena) de Venezuela.
Al respecto, seguramente usted advirtió los estrechos lazos de amistad de CAP con Gustavo y Oswaldo Cisneros y el doctor Pedro Tinoco, hijo.
Por esa amistad y la voraz ambición de dinero, nació la licitación (fraudulenta, porque en los avisos taparon que se trataba de los 800 megahertz) que CAP ordenó en 1990 para arrebatarle a las Fuerzas Armadas Nacionales, sin enterarlas previamente, la mitad de la banda de 800 megahertz, para entregarla a BellSouth-Telcel para la telefonía celular. En esa banda operaban el Sicodena y el sistema multicanal táctico del Ejército.
CAP no sólo escogió arbitrariamente a BellSouth-Telcel, sino que el precio de la concesión (US$ 107 millones) no ingresó al tesoro nacional. Cómo sería el temor de los emitentes del cheque (entre ellos Oswaldo Cisneros), que se hicieron imitar (falsificar) sus firmas. El dinero existió, pero llegó a otras manos. Por la traición enfermiza, carece de parangón en la historia de la corrupción la alevosía desplegada en el caso, evidenciada en la licitación, en la ocultación del despojo a las FAN, en el apoderamiento del dinero y en la falsificación de la contabilidad del Banco Central de Venezuela, presidido por Tinoco, para simular el pago. Como este caso indica quién fue CAP, es obvio que usted no se ajusta a la verdad, cuando de él dice "incansable en su lucha por la libertad y la justicia".
Como los países no mueren, jamás se ultraja impunemente a una nación. Imagine usted cuán desafortunado es un pueblo cuyo presidente logra hacerle pensar que es "incansable en su lucha por la libertad y la justicia", cuando en verdad lo traiciona encubiertamente. Usted yerra acerca de quién fue CAP, por no conocer el caso Sicodena. Ni el más empeñado en incluir en la posteridad al ex presidente como inmaculado se atrevería a negar su participación en los hechos. A las personas hay que verlas tal como son y no con el disfraz. No hay nada oculto bajo el sol.
Nelson Ramírez Torres