El Partido Popular por un lado y el Gobierno venezolano y los grupos opositores a Chávez por otro han logrado encontrar un espacio común: la ambigüedad del Ejecutivo español en lo que se refiere a las relaciones entre ETA y Venezuela. Ha sido el propio Gobierno de Hugo Chávez el que ha reclamado de las autoridades españolas “el cese inmediato de declaraciones confusas y ambiguas”, tildándolas de “cobardía política”.
Por una vez, el régimen chavista da en el clavo. La postura mantenida por el Gobierno español ante las abrumadoras pruebas que demuestran la estrecha relación entre las FARC, ETA y algunos funcionarios del gobierno venezolano es absolutamente impresentable. A tenor de dichas pruebas, resulta igualmente inaceptable la afirmación hecha por el portavoz de Hugo Chávez de que “el fenómeno terrorista es algo ajeno a Venezuela”. Falso. Lo asumen como propio en el mismo momento en el que amparan a criminales de ETA concediéndoles la nacionalidad venezolana para dotarles de impunidad y dándoles generosas pensiones y puestos en el organigrama del régimen.
Se equivoca también Hugo Chávez al pensar que hay un complot contra el pueblo de Venezuela. En todo caso, él es el mayor enemigo de ese pueblo al que tanto menciona y al que mantiene de rehén en su intento por perpetuar una tiranía al más puro estilo Castro. Porque es el Gobierno de Hugo Chávez quien ampara a terroristas, no el pueblo venezolano, que bastante tiene con padecer el desgobierno de su Presidente. Y se equivoca igualmente el Gobierno español al tolerar que una nación que se considera amiga haga lo que hace impunemente. Con políticas así, queda claro el mensaje de que es muy fácil pisotear los intereses españoles, ya que su Ejecutivo no está dispuesto a defenderlos.
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