De ser uno de los protegidos del régimen bolivariano, el ciudadano Walid Makled ha pasado en pocas semanas a ser un perseguido, solicitado simultáneamente por los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela. Fue detenido en Cúcuta, y a partir del momento en que comenzó a hablar, ondas de terror y horror sacuden el entorno y desvelan como una pesadilla a las altas esferas del poder. Propietario de una inmensa fortuna económica amasada bajo la sombra de la revolución, Walid Makled tiene en sus manos los hilos de una vasta red que se extiende más allá de las fronteras venezolanas. Todopoderosos cómplices le allanaron el camino, le otorgaron concesiones, cerraron los ojos ante sus actividades y le garantizaron seguridad para sus extensos tratos delictivos vinculados con el narcotráfico.
El Gobierno de Venezuela se apresuró a solicitar de Colombia la entrega de Makled, a sabiendas de la gravedad de su deportación hacia Estados Unidos, en donde el prisionero podría confirmar las comprometedoras informaciones que organismos de esa nación, como la DEA, han acumulado sobre el personaje y, sobre todo, sobre sus cómplices oficiales en Venezuela. La verdad es que poco nuevo ha dicho Makled que no supieran la DEA y las agencias de inteligencia de los países de la región, Colombia entre ellos.
No obstante, lo ha dicho ahora prometiendo pruebas, vauchers bancarios, videos y comprobantes que sea quien fuere que asuma la sustanciación del proceso le será imposible castigar a Makled mientras salva a los poderosos funcionarios civiles y militares que fueron factores clave en la construcción de su imperio. Sin ellos, Walid Makled no habría llegado a ser quien es, y forman, por consiguiente, parte esencial de una sola responsabilidad compartida. Walid Makled no es sólo el nombre de un individuo, sino el nombre de un estado de cosas, de la permisividad, la impunidad, la complicidad y la más voraz corrupción que se haya conocido en Venezuela. A la organización de Makled la llaman “el Cartel de los Soles”.
Walid Makled fue un protegido de la revolución bolivariana y de sus jerarcas civiles y militares, sobre todo militares, según sus propias palabras. Le dieron favores y recibieron favores a manos llenas. Diga el Gobierno por qué, sabiendo quién era Makled, conociendo sus actividades ilícitas y la extensión de sus oscuros negocios, le entregó la concesión del aeropuerto de Valencia y del más importante de los puertos de Venezuela, como es Puerto Cabello, y cómo, además, el Ejecutivo le otorgó licencias para la adquisición de una línea aérea. En suma, aviones, puertos y aeropuertos bajo el control de quien se presumía con vínculos con el narcotráfico. Quienes hayan de asumir la sustanciación del proceso deberán investigar también a los que colaboraron con Makled y le otorgaron licencias y privilegios.
El Gobierno de Colombia se comprometió con el de Venezuela a entregarle a Makled, contando con la decisión favorable de la Corte Suprema de Justicia. Estados Unidos optó por facilitar el procedimiento y se declaró conforme con que el acusado sea enviado a su país de origen. Sin embargo, tanto Estados Unidos como Colombia disponen ya de la más vasta información ofrecida por el propio Makled. Ha sido interrogado una y otra vez. Estados Unidos no necesitará que el juicio concluya para tomar las medidas pertinentes con relación a los cómplices de Makled, no importa el inmenso poder que tengan en Venezuela.
Al tratar de un asunto tan delicado y tan grave como el caso Makled, es inevitable expresar la gran inquietud de los ciudadanos por el alto número y la significación de los generales que aparecen como socios y cómplices del acusado. No conviene dejar esto al tiempo ni al olvido. El nombre y el prestigio de los integrantes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana reclaman claridad y responsabilidad.
No es fácil predecir cuánto tiempo demorará el Gobierno colombiano para entregar a Makled. Es posible que algunos prefieran que se prolongue, que no lo entreguen todavía, que Colombia lo tenga a buen recaudo. Pero ya el escándalo le ha dado la vuelta al mundo porque en pocas ocasiones el crimen organizado había tenido tan variado y poderoso número de cómplices oficiales. La imagen de Venezuela ha sido sometida a una prueba mundial de vergüenza. Es triste que el Gobierno considere como un triunfo que el acusado no sea enviado a Estados Unidos. Más les habría valido callar. Este será un juicio en el cual no habrá un solo acusado. Han prometido hacerlo público, y es lo que el pueblo venezolano avergonzado e indignado reclama.
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