De un proceso revolucionario uno esperaría un progreso hacia la igualdad y la libertad dentro de dicha igualdad. Nada más alejado de una revolución que su contrario: la reacción. La revolución apunta, pues, al bienestar de todos los ciudadanos.
Que el chavismo ha reducido la revolución a una mísera farsa que ya no funciona ni siquiera como fachada, resulta bastante claro si pensamos que una sociedad es reaccionaria cuando avanza inevitablemente hacia un punto muerto; cuando es incapaz de evitar el caos interno y el desmoronamiento – este sí progresivo - a despecho de todos los desesperados intentos por sobrevivir. Estos intentos, propios de quienes se agarran al poder y a la fuerza bruta represiva, crean en sus autores una fe irracional en la estabilidad de la sociedad que viven. ¡Ni siquiera se percatan que son reaccionarios! Se toman a sí mismos por revolucionarios para no ver el punto muerto al cual han llegado.
De la idea de que la cooperación reemplazaría a la competencia, y la felicidad y sabiduría se convertirían en bienes comunes a todos los venezolanos, se ha creado un código dogmático y un conjunto de misterios ininteligibles expresados en frases altisonantes con la que se trata de ocultar la reacción de haber llegado a un punto muerto, donde el eterno retorno de la voz del amo – llámese comandante, Presidente de la República – retumba generando cada vez más un eco solitario que sólo puede mantenerse sobre el recurso de las armas.
“Dar los fusiles al pueblo”, como dice Chávez es la frase que resume toda la situación, con la salvedad que los fusiles no se entregan al pueblo revolucionario, pues no lo hay, sino a milicias y ejércitos favorables a la reacción. Sólo con la amenaza de usar las armas contra todo lo que no sea milicia, con el engaño sistemático y el uso ocasional de la violencia puede mantenerse un sistema corrompido y “anti-social”. Porque la dirección que la sociedad venezolana ha elegido es la de la resolución de los conflictos por vía democrática, algo que la simple alusión de “dar fusiles al pueblo” tira por la borda. Lo que equivale a decir que Chávez saldrá del poder cuando no haya más fusiles, algo difícil visto la compra sistemática de armas a todo país que esté dispuesto a vender tecnología para matar ni siquiera de punta (esa la tiene sólo el imperio. De otra forma, ¿qué imperio sería?)
Que el chavismo es reaccionario queda mostrado por estas pocas palabras que remiten a una gran cantidad de hechos represivos. Y pensar que la mísera fachada revolucionaria, con la que el “todo poderoso líder” sin el cual – cree él – “todo” estaría perdido (en verdad, sólo toda reacción estaría perdida) debería conservar al menos los rasgos sobresalientes de una auténtica revolución. Por ejemplo, una veraz actividad crítica y autocrítica en lugar de meterles en la cabeza dogmas y misterios a cuanto joven se encuentre en escuelas y liceos. No. Se prefiere formar educadores amansados por manuales revolucionarios baratos en ideas (gratis en su distribución), olvidando que un educador amansado por definición no es un educador sino una mediocridad que raya con la nulidad más nula que se pueda imaginar. De esos he conocido muchos inclusive antes del proceso reaccionario en curso. Suelen crecer espontáneamente, lo que favorece al chavismo que de educación popular hecha por el pueblo mismo sabe sólo escribir la frase. La reacción aborrece la acción constructiva. La reacción opta por callar, negar, apresar.
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Alberto Rodríguez Barrera
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