16 ABRIL 2010
Por: Alejandro Peña Esclusa
El 19 de abril de 1810, hace exactamente doscientos años, Venezuela comenzó su existencia como república independiente, a través de un acto muy significativo: la renuncia del capitán general español.
Las condiciones estaban maduras para que los venezolanos asumieran las riendas de su propio destino, exigiéndole la renuncia a Vicente de Emparan, “la cual aceptó”.
El gobierno español no comprendió que la Independencia era inevitable; y, en lugar de fomentar una transición negociada, quiso mantener el control de nuestro país por medio de la represión y el uso de la fuerza, sumiéndonos en lo que fue -en la práctica- una cruenta guerra civil. Lo mismo ocurrió con las demás naciones hispanoamericanas: guerra absurda en lugar de independencia consensuada, como sí se hizo en Brasil.
En la Venezuela de hoy se justifica -más que hace doscientos años- la renuncia de quien nos gobierna, puesto que pretende acabar con todo vestigio de nuestra nacionalidad, para entregarnos al castro-comunismo cubano y para vincularnos a gobiernos forajidos -como el de Irán- que nada tienen que ver con nuestra identidad y con nuestras aspiraciones.
En medio de su delirio, Chávez comete el mismo error que los españoles de 1810: no percibe que su proyecto marxista es imposible e inviable. Puede tratar de imponerlo con el uso de la fuerza, y llevarnos a un enfrentamiento sin sentido; pero finalmente será derrotado, porque ningún hombre puede abolir la identidad histórica de un colectivo nacional.
El sentido de independencia y de libertad está tan arraigado en los venezolanos, que no hay forma ni manera que nuestro pueblo se subordine a los designios de un modelo totalitario extranjero.
Chávez lo intuye, porque compra armas por doquier y crea milicias, acompañadas de “guerrillas comunicacionales“. Cada cierto tiempo nos amenaza con la debacle y con la guerra. De no haber una enorme resistencia a su proyecto, las amenazas serían innecesarias.
Obviamente Chávez no renunciará por voluntad propia; pero si todos los venezolanos nos unimos en un sólo clamor, exigiendo al unísono su renuncia, no le quedará otro remedio que someterse a la voluntad nacional.
Todos los problemas que tanto nos angustian, como la libertad de los presos políticos, la ideologización de los niños, los nexos con las FARC y con el fundamentalismo islámico, la inseguridad desbocada, la crisis de los servicios, y la destrucción de la economía, se solucionarán con una sola medida: su renuncia.
Por eso, a los doscientos años de aquel histórico Cabildo, es necesario que los venezolanos asumamos la misma actitud: todos unidos para exigir la renuncia de quien nos gobierna.
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