Dios y los hombres y mujeres de buena voluntad nos libren de terminar en el abyecto estado de catalepsia en que vegeta la sociedad cubana. Es decir: le impida a la mafia criminal que nos desgobierna se apoderen cual vampiros de nuestros espíritus y nos conviertan en seres desalmados, cuerpos sin almas, zombies vacíos del más mínimo sentido de la decencia, la dignidad, el coraje moral. Pues a ese estado de deshumanización han llevado los hermanos Castro y su pandilla de criminales a gentes que fueran en un remoto pasado seres de carne y hueso, capaces de sentir conmiseración y con suficiente patrimonio moral como para indignarse ante la injustita y alzarse contra la opresión. Como en su momento lo hicieran contra Batista.
¿Dónde está, me pregunto, ese medio millón de habaneros que corrió como manada de ovejas a brincar y sonreír ante el circo que les llevara Miguel Bosé, el mismo que hoy se niega a criticar a Raúl Castro y sus mafiosos por empujar a la muerte a los héroes de la disidencia? No llevaron entonces un mísero cartelito exigiendo libertad, ese oxígeno de la vida. Y se me argumentará que nadie lo hizo por terror a la espantosa represión policial que allí impera, y que aquí en Venezuela se pretende orquestarnos. De acuerdo: ¿y hasta cuándo? ¿No es desafiando el terror que un modesto albañil y un valiente periodista hoy se entregan al sacrificio lustrar por el adarme de honra que aún le queda en su aterido corazón a la isla de José Martí?
Aquí pretendieron apropiarse de Bolívar, el libertario, para convertir a Venezuela en un campo de concentración. Allí de Martí para transformarlo en carcelero del pueblo cuya libertad tanto deseara, que le ofrendó su vida en un combate absurdo. Allí van cincuenta años de molienda, tortura y represión. Aquí once años de pujos y retorcijones, a ver si del vientre de un militar que traiciona sus juramentos nace el malformado feto de una revolución de pacotilla. Allí se impuso. Aquí daremos nuestra sangre por impedirlo. Y lo estamos impidiendo. Poco le queda al tirano. Y si se esfuerza en impedir la libre expresión política de nuestro pueblo en las elecciones de septiembre, se encontrará con un pueblo armado: de dignidad, de hombría y de decencia, para aventarlo con las armas de la constitución en la mano. Por ahora.
Hierve la sangre ver cómo es reprimido y aplastado un grupo de valientes mujeres por la cobardía policial del régimen. Ver a esos cubanos de excepción ir con los ojos desorbitados por el hambre y la sed hacia la muerte para ver si con su sacrificio movilizan el espíritu de la sociedad de zombies que los rodea, causa espanto y admiración. Zapata y Fariñas protagonizan ante nuestros aterrados ojos la última tragedia de la modernidad. Recuperan para su historia patria la grandeza de los héroes de la historia humana y desnudan la grandeza de utilería y papel maché del canalla habanero.
Un pistolero, un asesino, un mafioso que lleva medio siglo engañando a la humanidad. Si Fidel Castro no fuera el monstruo de impiedad e hipocresía que es, provocaría gritarle en su rostro desencajado por la maldad sus propias palabras llevadas al bronce para su gloria y majestad en una placa recordatoria en La Habana: “¡Tiemblen los tiranos ante hombres que son capaces de morir por sus ideas, tras 60 días de huelga de hambre! Al lado de este ejemplo ¿qué fueron los tres días de Cristo en el calvario, símbolo durante siglos del sacrificio humano? ¡Es hora de poner fin, mediante la denuncia y la presión de la comunidad mundial, a esa repugnante atrocidad. Temblando estarán los tiranos de la Habana. No se irán de este mundo sin pagar sus atrocidades.
--
Alberto Rodríguez Barrera
No hay comentarios:
Publicar un comentario