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Caracas, Dtto. Capital, Venezuela
La participación de los oyentes y las denuncias forman el plato fuerte de PLOMO PAREJO. Conducido por el polémico Iván Ballesteros que se caracteriza por descubrir, analizar y difundir temas que conmocionan el acontecer político a través del contacto con sus protagonistas. Sus secciones ya son todo un éxito: “Plomo y Candela” con Ballesteros y la periodista Patricia Poleo, “Misión Imposible”, "El Jalabolas", "Qué hace Chávez con el dinero de los pobres" han dado mucho de qué hablar.

Frases de dictadura.

Frases de dictadura.
"Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes”. Marqués de Lafayette.

Programa Plomo Parejo íntegro del día 03/04/2014

jueves, 25 de marzo de 2010

OSWALDO ALVAREZ PAZ

Ni ellos ni quien o quienes le dan o les dan las órdenes imaginan la grandeza de espíritu que se esconde tras la humildad de Richard Blanco o el temple y la entereza de Oswaldo Álvarez Paz. Por no hablar de las docenas de ciudadanos que pagan con prisión el derecho a pensar, a hablar y a actuar según los imperativos de su conciencia. No están abatidos. No están desesperados. Quienes sí debieran estarlo son sus carceleros y quienes los empujaran a las mazmorras. Pues tampoco son eternos. Y comienzan a vivir el ocaso. ¿Será por terror a ese ocaso que dan palos de ciego y cavan anticipadamente con estos monstruosos errores sus propias tumbas?

Antonio Sánchez García


“¡Ay de la generación cuyos jueces merecen ser juzgados!”
Talmud

También Hitler se creyó eterno. Por la sencilla razón de haber logrado, como todos los déspotas y autócratas que en el mundo han sido, haber envilecido y degradado la justicia a esas cotas de inmundicia que llevaran a los alemanes que le sobrevivieran más allá de los estrictos doce años a que finalmente se redujese su “reino de los mil años” a hablar de “la justicia del horror”.


Pobre de esa generación de alemanes que debió convivir con esos jueces del horror, que hubieran debido ser juzgados y severamente condenados, como recomendaba el Talmud. Cargan esos jueces con el oprobio y la vergüenza de haberse dejado seducir y envilecer por un autócrata delirante, por un narcisista contumaz y asesino que hundió en el fango al más culto de los pueblos. Un caudillo con las manos ensangrentadas por el asesinato, la corrupción, la violencia y la maldad. Pagó sus crímenes convertido en cenizas. Su reino devastado y convertido en la tierra de pastoreo de los más viles apetitos.


No es el caso de Venezuela. Nuestros jueces del horror, cuya existencia es demostrada inequívocamente a diario por la prisión que sufren hombres buenos, mansos y dignos hasta lo irreductible, ni siquiera alcanzan a imaginar la grandeza de aquellos a quienes encarcelan y aherrojan por órdenes superiores. Son quienes con su entereza moral y su ejemplo cotidiano constituyen a estas alturas la avanzada de la dignidad de una inmensa e invencible mayoría nacional. Que avanza indetenible y a paso de vencedores hacia la libertad y la auténtica justicia. Ni ellos ni quien o quienes le dan o les dan las órdenes imaginan la grandeza de espíritu que se esconde tras la humildad de Richard Blanco o el temple y la entereza de Oswaldo Álvarez Paz. Por no hablar de las docenas de ciudadanos que pagan con prisión el derecho a pensar, a hablar y a actuar según los imperativos de su conciencia. No están abatidos. No están desesperados. Quienes sí debieran estarlo son sus carceleros y quienes los empujaran a las mazmorras. Pues tampoco son eternos. Y comienzan a vivir el ocaso. ¿Será por terror a ese ocaso que dan palos de ciego y cavan anticipadamente con estos monstruosos errores sus propias tumbas?


Están encarcelados y son nuestros mejores ciudadanos. Es el mundo al revés. Maculado por el peor de los pecados, la propia apostasía: un mundo en donde impera la injusticia, el desorden, el crimen, la impunidad, la anarquía. Donde campean los malos y en vez de un castigo ejemplar y ejemplarizante reciben el halago, la protección, la adulación e incluso la condecoración. Poco falta para que en Venezuela llueva de abajo hacia arriba.


Estamos en cuerpo y alma con nuestros presos políticos, avanzada de nuestra dignidad. No los dejaremos solos. El destino nos ha atado, y como bien decía el hermoso verso de José Martí, o nos condenan juntos o nos salvamos los dos.


La respuesta es clara y categórica. No hay por donde equivocarse.
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Alberto Rodríguez Barrera

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