La nueva democracia
¿Y cuándo perderán el miedo? Cuando un suceso cualquiera les haga ver que Chávez es un tigre de papel. ¿Quién es tigre de papel? El que aparenta serlo para meter miedo, ocultando su debilidad intrínseca. El que se pone piel de tigre, ronca como tigre y actúa como tigre mostrando las garras, pero en verdad tiene patas de anime apenas sostenidas sobre un tinglado. Como lo enseñan los propios comunistas, entre ellos Mao, autor de la frase, el “tigre de papel” carece de la fuerza que aparenta, porque lo condena la contradicción fundamental que lo hace insostenible. En este caso la contradicción fundamental está planteada entre una sociedad democrática, por convicción y por tradición, y el régimen de una minoría comunista, cuyo comunismo no es compartido por la mayoría de su clientela electoral. A esta contradicción se agrega la existente entre un pueblo nacionalista y orgulloso de sus libertadores, próximo a celebrar precisamente el bicentenario de su independencia, y la sumisión infame a Cuba, a tal grado ofensiva a la dignidad nacional que Venezuela es un protectorado suyo.
Consciente de esta realidad Fidel, que es el verdadero jefe de los comunistas que nos gobiernan (lean, por ejemplo, la web del Ministerio de las Comunas desde donde Fidel dicta cátedra de estrategia política), le preparó a su hijo predilecto, Hugo El Cubano, un plan para inducir el miedo en los venezolanos al extremo de que intelectuales y universitarios, que somos la conciencia del país, decidamos irnos al extranjero dejando al pueblo sin guía y así facilitar la implantación del comunismo y la conversión de Venezuela en otra Cuba.
Lo primero fue ponerle a Hugo El Cubano el disfraz de tigre. A ello obedecen su lenguaje retrechero en la televisión, sus groserías e insultos, sus desplantes de emperador, sus imposiciones arbitrarias. Al que se me ponga cómico lo expropio, suele decir arrogante. A fulana me la meten presa y por treinta años, ordena fulminante. Estas poses no son espontáneas. Están dentro del plan. Son para meter miedo.
Lo segundo fue ponerle garras de tigre. Ello le correspondió a la delincuencia. Los delincuentes son las garras del tigre de papel. Secuestran, matan, queman, violan, asaltan, en fin crean terror impunemente. Con la impunidad de los delincuentes se pulen las garras del tigre. A los policías honestos los encierra en un calabozo condenándolos a treinta años de presidio. Eso para que ningún policía se ponga cómico persiguiendo a los consentidos de la revolución comunista, encargados de meter miedo, que son los delincuentes, los hampones, los secuestradores, los violadores.
Lo tercero marcar el territorio del tigre. En la selva lo hacen meando. Igual en la política venezolana. Hace alarde de que es el que más mea, se pone desafiante, invade fincas, interviene empresas, confisca toda clase de bienes. Lo hace porque sabe que nada le pasará. Está seguro de que no recibirá un rasguño. Las instituciones son territorio suyo. Y sus víctimas están desarmadas todavía, algunas incluso de valor. Viven aterradas por la impotencia.
Pero sucede que él también tiene miedo a que descubran que sólo es un tigre de papel. Teme que un teniente cualquiera se alce y precipite los acontecimientos que provoquen su caída, desnudando su debilidad, como le sucedió a Pérez Jiménez y después a Carlos Andrés. Por ello exhibe las milicias para darse valor. Teme que los cerros bajen, por ejemplo a causa de los apagones, desatando todos los demonios, y por ello revoca presuroso los cortes de electricidad. Mete miedo porque tiene miedo a que los demócratas, civiles y militares, rompan el celofán del miedo que los envuelve.
Los problemas se acumulan, como el gas en un cuarto cerrado, porque no hay un desenlace de esta situación insostenible debido a la suma de todos los miedos. Bastará una llamita para el estallido.
jpetitdacosta@hotmail.com
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Alberto Rodríguez Barrera
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