
Un hombre grande habría dicho: «Estimados conciudadanos. Estoy obligado a reconocer que mi Gobierno ha manejado mal el asunto de la generación de energía eléctrica. Les doy mis más sinceras disculpas. También me disculpo por las fallas en el suministro de agua potable, pero esto es algo que se escapa de mis manos, ya que nuestro país está sufriendo la sequía más severa desde el año 1947; asunto este que, en muy breve plazo, influirá negativamente en la producción de hidroelectricidad. Por lo tanto, estimados conciudadanos, les ruego hacer el sacrificio –en beneficio de toda la nación– de ahorrar, al máximo, electricidad y agua. Vamos a elaborar, de mutuo acuerdo, un plan de ahorro energético; para esto estamos abiertos a todas las opiniones.» Al decir esto, este hombre grande habría crecido más.
El hombre pequeño dijo: «Al que no ahorre electricidad, le recargaremos el 50% en la factura. Los centros comerciales tienen que rebajar el 20% de su consumo habitual o serán cerrados. Las industrias también tienen que ahorrar electricidad. [Sólo un tarado puede creer que el ‘odiado’ capitalista incurre en gastos innecesarios]. Hay que acabar con la costumbre del jacuzzi y del aire acondicionado de los ricos. ¿Quién ha dicho que para bañarse hay que tardarse 20 minutos? Hay tipos que abren el chorro y esperan 5 minutos a que llegue el agua caliente… ¡Eso es un crimen!. [Sus focas amaestradas asienten y le ríen la gracia]. Yo me baño en 3 minutos: uno para remojarme, uno para enjabonarme y el champú, y el otro para enjuagarme… ¡Y no quedo hediondo!. [Sus focas amaestradas nuevamente asienten y ríen… la lechuza ministra del Trabajo es la más entusiasta].»… ¡Y se empequeñeció más!.
Hay políticos, y hay políticos amateurs.- Un domingo de 1988, Carlos Andrés Pérez visitó la sede de Acción Democrática en el estado Miranda como parte de su campaña de las elecciones primarias con miras a ganar la candidatura presidencial. Pérez había sido invitado por el Comité Ejecutivo que era casi mayoritariamente ‘carlosandresista’; sin embargo, muchos de los cuadros medios lo adversaban, especialmente yo que era uno de sus detractores a ultranza. Yo estaba en mi oficina del segundo piso cuando de pronto se abrió la puerta y apareció Carlos Andrés, que extendiéndome la mano me espetó: “Compañero, sé que usted no ha bajado a recibirme porque el trabajo lo agobia, pero yo vine a saludarlo. Siga en lo suyo que tengo que saludar a otros compañeros que no pueden bajar al patio de reuniones.” [Los consejeros de Pérez le habían avisado que ‘arriba’ había opositores que él debía tratar de conquistar para su causa]. Esa tarde CAP creció, y a mis ojos se graduó de estadista…¡pero no voté por él! ¡Sí, señor: hay políticos, y hay políticos amateurs!
Simón Anduze G.
Guatire
domingo 7 de marzo de 2010
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