—¡Qué cantidad de gente se le ha volteado a Chávez!
—Habría que ver el porqué. Creo que algunos pensaron que Chávez era “un muchacho” –así lo llamó Poleo– al que podían embobar, y como no lo consiguieron, se volvieron sus acérrimos enemigos; entre estos están algunos periodistas –de vieja, rancia y perniciosa actividad política– que querían la presidencia de VTV… Éstos están tratando de enchufarse desde la época de Rómulo Betancourt. Otros ‘desgraciados’ consiguieron lo que querían y pusieron los pies en polvorosa, tal como Luis Miquilena –el creador de Frankestein. ¿Sabía, compadre, que cuando Chávez salió de Yare, pernoctaba en el apartamento de Miquilena y que una de las patas de la cama donde dormía estaba remendada con un pote de leche?, hoy dizque don Luis posee un apartamento que vale millardos. Sin embargo, la mayoría de los caídos en desgracia creían en el cambio prometido, pero se desilusionaron y se fueron.
—Pero el nombre del general Guaicaipuro Lameda no debería estar en la lista de ‘desgraciados’.
—¿Por qué, mi Compa?
—Porque es un militar digno. Yo lo admiré desde que supe que insultó a Giordani.
—¡No me nombre a ese muérgano que se me revuelven las tripas!.
—¿A quién?
—A Giordani… Pero écheme el cuento.
—Estaba un grupo conversando informalmente en el patio de Miraflores, a la espera de la reunión del Gabinete. Lameda comentó que había que hacer algo para disminuir la pobreza. Giordani le dijo: “¡Pero, Guaicaipuro, la pobreza nos favorece… la pobreza es el futuro de la revolución!” La respuesta de Lameda fue una mentada de madre que hizo trepidar los salones de Miraflores.
—¡Ahora entiendo por qué han quebrado el aparato productivo del país: para crear nueva pobreza!... ¿Por eso despidieron a Lameda?
—No. Chávez lo botó cuando supo que el general Lameda depositó en el Banco Central, las facturas del petróleo vendido a Cuba –que los cubanos no firman y se niegan a pagar– junto con el caudal de dólares que mensualmente estaba obligado a entregar al BCV. Entonces Chávez tuvo uno de sus arrebatos y lo despidió. Es por eso que siento, además de admiración, un profundo respeto por el general Guaicaipuro Lameda.
—¡Claro: a Fidel ni con el pétalo de usa rosa!... ¿Y usted cómo lo supo?
—Me lo contaron, compadre, yo no estaba ahí.
Simón Anduze G.
19-02-2010
Los Forjadores Del Proceso Caidos En Desgracia
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