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La participación de los oyentes y las denuncias forman el plato fuerte de PLOMO PAREJO. Conducido por el polémico Iván Ballesteros que se caracteriza por descubrir, analizar y difundir temas que conmocionan el acontecer político a través del contacto con sus protagonistas. Sus secciones ya son todo un éxito: “Plomo y Candela” con Ballesteros y la periodista Patricia Poleo, “Misión Imposible”, "El Jalabolas", "Qué hace Chávez con el dinero de los pobres" han dado mucho de qué hablar.

Frases de dictadura.

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viernes, 2 de octubre de 2009

ZELAYA | LA OTRA CARA DEL PRESIDENTE CAÍDO



COMO UN MÁRTIR CON PISTOLAS

LA OTRA IMAGEN DE ZELAYA Esta foto de hace 30 años, extraída de un álbum familiar, muestra a un Zelaya fanfarrón, alejado de la imagen de esta semana tomando la comunión en su refugio diplomático. En la vida del presidente depuesto de Honduras hay manchas familiares relacionadas con el narcotráfico y el asesinato de campesinos
JACOBO GARCÍA (Tegucigalpa)


Hubo un tiempo en que Manuel Zelaya Rosales no vivía como ahora. Comiendo frijoles, racionando el agua y durmiendo en turnos de tres horas para hacer guardia. Un tiempo en el que no sabía nada de política, vivía en una gran casa rodeada de frondoso verde y se dedicaba tranquilamente a administrar sus tierras y cientos de cabezas de ganado. Un tiempo en que no tenía que compartir techo con más de 100 personas, ni dormir con la misma ropa durante una semana. Menos aún sestear sobre una silla. Más bien vivía entre criados y usaba ropa cara en un país pobre. Viajaba al exterior y tenía reservados los primeros bancos de la iglesia de su pueblo. Un tiempo en que no hablaba de «practicar la no violencia» sino que exhibía armas y alardeaba a pecho descubierto de su capacidad para imponer temor. De esa época, hace casi 30 años, es la foto que ilustra la portada de Crónica, extraída del álbum familiar y tomada en Olancho, su tierra natal. Nada que ver con la última imagen pública que se difundió de él, recibiendo la comunión de manos de un sacerdote hondureño.
A pesar de las circunstancias, dentro de la embajada brasileña, Manuel Zelaya, su mujer Xiomara Castro y su hijo José Manuel no se olvidan de rezar cada día, una semana después de su sorprendente aparición en la sede diplomática de Tegucigalpa. Una aparición que ha vuelto a revolucionar aún más la desquiciada vida política de Honduras desde que el pasado 28 de junio fuera expulsado del poder y del país a punta de pistola y en pijama. Después de 90 días en el exilio, el pasado lunes reapareció para reclamar, con el apoyo de la comunidad internacional, la presidencia que le fue robada.

LAS AVIONETAS
«Unas caen cargadas de dólares y otras de coca»
«Yo sólo sé que desde que no está él ya no se ven avionetas. Esto era escandaloso. Un día sí y otro también se veían luces en el cielo. Aquí todo el mundo lo sabía pero nunca se hizo nada. Y por si acaso, tampoco se dice». Quien así habla es el joven dueño de un modesto negocio en Olancho. Otra señora espera a la salida del comercio para añadir más datos. «Aquí las avionetas sobrevuelan a cada rato por la noche. Unas se caen cargadas de dólares y otras de droga. Ahí no más saliendo del pueblo se encontrará una de las últimas que se estrelló». Y así es, ahí está, a pocos kilómetros de la casa del «presidente legítimo».
En apenas una hora de paseo por la ciudad de Catacamas, donde Zelaya comenzó su carrera política, es el tercer testimonio recogido en la misma dirección. Lo curioso es que el periodista no investigaba sobre narcotráfico y ni siquiera preguntaba nada sobre el ex presidente Zelaya. Sólo se interesaba por la situación política que se vive en el país. Pero por tercera vez en un breve recorrido por la población sale a relucir el nombre del ex presidente. Y es que en esta pequeña ciudad los Zelaya no parecen ser muy queridos.
Un odio hacia la familia que ocupó la presidencia del país y que se remonta al verano de 1975. El 25 de junio de aquel año, en la hacienda de Manuel Zelaya, padre del actual presidente de Honduras, fueron asesinadas 14 personas que se dirigían a Tegucigalpa a participar en la Marcha del Hambre, reclamando tierras en propiedad. Después de torturarlos, los 14 fueron asesinados y sus cadáveres arrojados a un pozo de 40 metros, que después se cegó con la explosión de dos cargas de dinamita, en un intento de eliminar las pruebas. Entre las víctimas estaban sacerdotes, campesinos y mujeres. Los primeros siete cuerpos tardarían varias semanas en ser rescatados. En la masacre participaron algunos de los terratenientes locales, incluido el padre del ex presidente hondureño y varios militares que en aquel tiempo controlaban el Gobierno, al mando del general Juan Alberto Melgar Castro. Aquel rancho donde tuvo lugar la que, desde entonces, se conoce en Honduras como «La masacre de Los Horcones» era propiedad de José Manuel Zelaya, el padre de Manuel. Después de una investigación, los tribunales de justicia encontraron culpables del crimen al mayor José Enrique Chinchilla, subteniente Benjamín Plata, a Carlos Bahr y a Manuel Zelaya.

EL PADRE
Condenado a 20 años por la masacre de campesinos
El padre del depuesto mandatario fue condenado en 1979 a 20 años de cárcel, junto con otros tres partícipes en la masacre, aunque todos ellos salieron a la calle después de cumplir sólo un año de condena, gracias a una amnistía decretada en 1980. El ex presidente tenía entonces 23 años y aunque nunca estuvo implicado judicialmente, su nombre merodea la tragedia y hay quien lo acusa de haber ayudado a ocultar los cadáveres. Algo que aquí muy pocos olvidan.
Pero hablar de armas y muertos en Olancho es tan habitual como hablar del insoportable calor y de los mosquitos que abundan en la zona. «Desde que se fue la Contra (la milicia antisandinista entrenada por Washington en los años 80), acá las armas rebotan (abundan)» explica un ranchero que conoce bien a Zelaya. «Quien más quien menos tiene un AK-47, y hay quien hasta tiene un lanzagranadas en su casa. Oiga, acá se cambian vacas por armas, créame». Durante las guerras centroamericanas aquí se levantó uno de los campamentos más importantes de EEUU para entrenar a la Contra. Aquella experiencia regó de armas y pistas de aterrizaje clandestinas la zona. Unas armas que hoy alimentan los rumores de un levantamiento armado y unas pistas que confirman que aquí en la tierra de los Zelaya el narco se mueve a sus anchas.

EL HIJO
Turbio asunto de drogas y un aterrizaje sospechoso
Tanto que, muchos años después de la matanza, nuevamente el apellido Zelaya volvió a verse implicado en un turbio asunto de drogas. Fue ya durante el gobierno del depuesto mandatario, y tiene que ver con su hijo Héctor, hoy en Estados Unidos. Según una de las personalidades más importantes de Honduras, ajeno a la contienda política y conocedor de la familia, «un día apareció, abandonado en el aeropuerto de Toncontín, en Tegucigalpa, un avión del que «nadie» quiso dar más explicaciones salvo que aterrizó de noche cuando el aeropuerto estaba cerrado. Según la prensa local, en la investigación posterior que hizo la Procuraduría mexicana (PGR) y que incluyó el interrogatorio a los pilotos, pudo saberse que en aquel avión viajó Héctor Zelaya, uno de los cuatro hijos del presidente hondureño y que el jet privado pertenecía al «señor Guzmán». «Aquel señor Guzmán era ni más ni menos que el Chapo Guzmán, el más importante narcotraficante del mundo (declarado por Forbes uno de los hombres mas ricos del planeta)», según esta fuente que prefiere ocultar su identidad . Después de un mes con el avión detenido en Toncontín, éste fue subastado por tener origen ilícito. Pero los señalamientos y acusaciones de narcotráfico y los extraños vínculos de los Zelaya con el narco son, desde hace tiempo, un tema recurrente dentro y fuera de Honduras. Este mismo año un grupo de congresistas norteamericanos de la derecha republicana, encabezados por los representantes de Florida, Mario y Lincoln Díaz-Balart, intentaron vincular el nombre del presidente Manuel Zelaya al solicitar al presidente Barack Obama que investigue su supuesta «vinculación con el narcotráfico», a través de la DEA.

EL HERMANO
Es adicto. Va a clínicas de desintoxicación en Cuba
«Aquí todo el mundo sabe que el hermano del Zelaya (Carlos Zelaya) también estuvo detenido por problemas con las drogas y varias veces ha tenido que ser ingresado en clínicas de desintoxicación en Cuba y en una clínica de la Zona 10 de Ciudad de Guatemala» explica un conocido periodista hondureño, al frente de uno de los periódicos más importantes del país.
«Curiosamente, sólo en este año, hasta el 28 junio (día del golpe de Estado), se cayeron o fueron interceptadas 26 avionetas con droga, todas con banderas venezolanas. Del 28 hasta hoy sólo ha aparecido una avioneta y con matrícula brasileña» cuenta un alto cargo del Ejército hondureño formado en España y Estados Unidos y asignado a la lucha antidroga en el país centroamericano. «Y la DEA lo sabe y tiene informes de todo esto», asegura.
«Él es un hombre que nace en cuna de oro. Su familia era poderosa. Es un vaquero burgués que le gusta la buena bebida, los buenos caballos, las buenas botas y los sombreros. Es un hombre al que le gustan los coches y las motos caras. Aquí en Honduras llegó a hacer campaña por Harley Davidson», explica uno de los hombres cercanos al gobierno de facto de Roberto Micheletti. «Lo quisieron vender como un ranchero típico del interior pero él es un terrateniente al que le gusta hablar de socialismo. Nosotros lo hemos definido como una persona que tiene el don de la trivalencia, habla de una forma, vive de otra y actúa de otra distinta», explica. Oiga, ¿pero tener un caballo no es un delito?, pregunta el periodista. «Ya, pero pagarlo y mantenerlo con los recursos públicos sí», contesta. Para sostener su acusación, esta fuente muestra a Crónica un montón de documentos, que ya están en manos de la fiscalía, y que demostrarían las irregularidades cometidas y los vínculos con el narcotráfico de Zelaya, y que tanto Micheletti como el canciller de su improvisado gobierno, Carlos López Contreras, se han esforzado en airear en público y en privado.
En una dirección bien distinta se expresa Manuel Hernández, el viejo capataz que lleva sirviendo más de 30 años a la familia Zelaya en Catacamas y que habla frente a una casa y unas tierras en las que sigue faltando el patrón. «Él es una gran persona, todas las Navidades tiene un detalle con todos, con su gente y con el pueblo, y envía siempre un regalo o, al menos, una felicitación» dice Hernández. Según explica, durante mucho tiempo Mel recibió aquí a maestros, jornaleros, funcionarios o ministros que desfilaban uno a uno planteándole sus quejas: «Iban pasando por grupos y el presidente los atendía a todos en casa. ¿Quiere que se la enseñe?».

SU CANCIÓN
«Venía del sur un carro..., traían 100 kilos de coca»
Villa Linda, el hogar de los Zelaya, es una casa sencilla que jamás aparecerá en una revista de decoración. El interior, adornado con cuadros de pájaros o bodegones costumbristas, muestra un hogar familiar en el que aún aguardan las bicicletas que utilizaba cuando venía a descansar. En su despacho tampoco están las fotos de Chávez o de Fidel. Junto al acta oficial que lo proclama presidente o varios trofeos como jugador de baloncesto, en los únicos retratos de la habitación se ve a un sonriente George W. Bush abrazando a las hijas de Zelaya, otra más junto al propio Mel y una última junto a la familia al completo en la Casa Blanca. No hay ni rastro de otros líderes políticos.
Los que odian a Zelaya -llevan años vinculandole con el narco- se quedan con una imagen. Sólo una. Una reunión de «amigos» que puede encontrarse fácilmente en You Tube. La de Manuel Zelaya sentado en una de las salas de la casa presidencial, la que ocupó hasta hace tres meses, cantando junto a los Tigres del norte, los reyes del narcocorrido, uno de sus más célebres temas: «Dicen que venía del sur en un carro colorado, traían 100 kilos de coca iban con rumbo a Chicago, así lo dijo el soplón que los había denunciado...».

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