MISIÓN GULA

E l pasado viernes 16 de octubre se celebró el Día Mundial de la
Alimentación, proclamado en 1979 por las Naciones Unidas con el objeto
de hacer tomar conciencia a la población sobre el problema alimentario
y luchar contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. En Venezuela
nadie se ocupó de eso, tal vez porque no hay nada que celebrar. O
porque ya no hay pobres ni hambrientos, según el INE.

¿Cuántos se habrán acostado con el estómago vacío ese día? La comida
es el elemento esencial de la vida. Sin ella, simplemente no
existimos. No hablamos de lujos ni exotismos, sino de lo básico para
subsistir, estar sanos y llevar una calidad de vida decente. Más que
cantidad, se trata de ingerir los nutrientes necesarios que requiere
nuestro organismo para un pleno desarrollo.

Los ejércitos marchan sobre sus estómagos, decía Napoleón, quien
estaba muy claro al respecto, pero no tanto como para evitar que fuera
derrotado cuando invadió Rusia y el hambre acabó con sus tropas. Los
pueblos también marchan sobre sus estómagos, ya que el vigor de una
nación depende del vigor de su población.

Un ciudadano bien alimentado es un elemento productivo para la
sociedad, tiene energía, desarrolla creatividad y tiene capacidad para
afrontar y solucionar los problemas, puede crear grandes obras y
contribuir con el progreso y la civilización. Una persona mal
alimentada carece de energía para aprender y trabajar y a menudo
requiere atención médica, lo que a la postre representa un costo mayor
que si se hubiera alimentado bien. Esto no quiere decir que los gordos
sean mejores, más inteligentes y más creativos que los flacos, al
contrario. Generalmente la obesidad es producto de una incorrecta
alimentación.

En el mundo se habla mucho de seguridad alimentaria. ¿Qué se entiende
con esto? La posibilidad de acceso de todas las personas en todo
momento a los alimentos necesarios, adecuados y en cantidad
suficiente, para llevar una vida activa y sana. Mucho se ha hecho en
estas últimas décadas para producir alimentos suficientes para todos,
pero el problema no es sólo de suministros. De nada sirve disponer de
comida si no hay dinero para adquirirla. Los alimentos deben estar
disponibles, ser de calidad e inocuos. Deber ser accesibles para todos
y utilizados de la mejor manera posible.

El hambre no es un mito, es una realidad, pero hay una serie de mitos
que impiden la solución del problema. Muchos creen que se debe a que
no hay alimentos suficientes para todos, lo cual es falso. Hay
alimentos para suministrarle 3.000 calorías diarias a cualquier
humano, lo que ocurre es que la mayoría no tiene cómo comprarlos. ¿La
naturaleza es culpable de la hambruna? Para nada, el problema es que
siempre se ensaña con los más pobres. ¿Es que hay mucha gente y no
alcanza para todos? Falso, el problema son las desigualdades en las
oportunidades. La culpa es entonces del medio ambiente.

¿Por qué? Tal vez de los que lo deterioran. Y así busquen ustedes
pretextos para justificar lo injustificable, y seguramente los
encontrarán.

Según cifras de la FAO, hay más de mil millones de personas
subnutridas en el mundo, 100 millones más que el año pasado, de los
cuales un 70% vive en el campo. En todas partes del mundo hay gente
que padece hambre y muy cerca de nosotros, tal vez sin saberlo, hay
alguien que se acostó sin cenar.

La más reciente muestra de cinismo e idiotez la acabo de encontrar en
las declaraciones de un funcionario cubano, Osvaldo Martínez,
presidente de la Comisión de Economía del Parlamento de ese país,
quien, al celebrarse el Día Mundial de la Alimentación, el pasado 16
de octubre, dijo que "una de cada seis personas en el mundo pasa
hambre todo los días", lo cual es cierto, y que de los 1.020 millones
de hambrientos que hay en el mundo "ninguno es cubano".

Esto no se lo cree ni Raúl Castro.