Caracas. La cochinera Oficial

Respuestas al enigma

Ciudad desamparada
Hay gobiernos que fracasan por incompetencia, por ignorancia o por desidia o por las tres carencias juntas.

En Venezuela los hemos tenido en abundancia. Antes de que apareciera en el horizonte el milagro petrolero, nuestro país era uno de los más pobres de América Latina.

Una pobreza, es cierto, republicana porque en la época de la colonia el país exportaba cacao y tiempo después complementó aquello con plumas de garza y cueros, algunas tintas vegetales, y en el siglo XIX el café le ganó la partida al cacao.

Cuando decimos que aquella pobreza era republicana nos referimos al alto precio que Venezuela pagó por su independencia.

Aquí se arruinó todo el mundo, y teníamos uno de los Estados o gobiernos de más bajos ingresos de América Latina. Si hay gobiernos que fracasan, y con su fracaso arrastran a la sociedad, otros pasan a la historia por haberse ocupado de su trabajo. Una mirada al pasado nos remite a los tiempos del general Antonio Guzmán Blanco, que se esmeró en rescatar a Caracas de las
ruinas del terremoto de 1812 que, medio siglo después, nadie había recogido, lo cual fue asombro de los visitantes que por aquí cayeron.

¿Qué pensaría el presidente Guzmán si diera una vuelta por la Caracas de Hugo Chávez Frías? En primer lugar, la respuesta parece fácil: no la reconocería, o pensaría que es la Caracas que él encontró, la Caracas destruida por el terremoto.

La Caracas de Hugo Chávez Frías en una ciudad poblada de escombros, el estado de las avenidas y calles está como en la época en que no había asfalto. Pero sucede que estamos en el ocaso de los hidrocarburos y la cuna de Bolívar da pena, simple y llanamente Caracas da pena. La ciudad es un espejo de la revolución bolivariana, un espejo donde se refleja el gran fracaso del Gobierno. Aunque no se sabe si además se trata de una política astutamente concebida para ejercer lo que en otros órdenes parecería ser un castigo a la ciudad capitalista y por tanto pecadora.

Han transcurrido 11 años y el Gobierno revolucionario no se ha dado cuenta de los problemas de Caracas. Si Guzmán Blanco hubiera tenido una centésima del dinero malgastado por el presidente Chávez Frías, quién sabe si podría imaginar a esa ciudad.

Pero de esa ciudad imaginaria a esta llena de
escombros, de vías destruidas por la falta de mantenimiento, ciudad poblada de huecos y de alcantarillas abiertas que amenazan a los transeúntes, metrópoli de avenidas convertidas en garajes inmóviles donde el tráfico enloquece a sus habitantes, hay un gran trecho.

Caracas simplemente no existe para el Gobierno de la revolución bolivariana. Es la ciudad de nadie. Quizás se trate de una conspiración secreta que respondería a la tesis presidencial de que Simón Bolívar nació en Capaya. Pero tampoco en Capaya han hecho nada. De modo que la hipótesis se derrumba.

Vale la pena preguntar, ¿qué le cobra el Gobierno a Caracas? ¿Por qué no se ocupa de Caracas? Sabemos que hay incompetencia, que hay ignorancia y, desde luego desdén, o todo eso junto.

Pero debe haber algo más. Es como para hacer un concurso de adivinanzas.