Caracas bajo fuego

En la capital venezolana se produce un promedio de cincuenta muertos semanales. Ocurre ante la mirada indolente de las autoridades. La impunidad se pasea invicta por las calles porque impunemente el mandante mayor la ignora en sus planes y en sus discursos. Un país que exhiba esa cifra ya tendría que haber visto renunciar a sus mandos políticos y policiales. En el caso de Venezuela, también los militares. En este país, como no hay fronteras que defender teniendo como tenemos a cuanto forajido pulula por el mundo paseándose a sus anchas aquí adentro, los verdes deben hacer algo más que vender papas en la plaza pública o reprimir manifestaciones pacíficas. Debían, al menos, lanzarse al ruedo para justificar galones e ingresos, dándole una mano al ciudadano indefenso que cada día se juega la vida al salir de su casa.

Lo hemos dicho hasta el cansancio. Esta situación de desamparo que vivimos los venezolanos está fríamente calculada. Ese desamparo no lo sufre el funcionario, lo sufre el ciudadano. Está pensado para que colocar en fuga las “ínfulas reivindicativas” que nos llevan a la queja y a la protesta. Es para conseguir la desmoralización de las gentes. Para que los desmanes no tengan respuesta. Para que el venezolano deba ocuparse de sobrevivir a la delincuencia y al malandraje en lugar de reclamarle al gobierno.

El terror de Estado es muy evidente, se le ve la oreja muy fácilmente y esas costuras de fuera no las compra la galería internacional. Eso sería como muy descarado. En la ruta del engaño y la simulación, es más digerible que el terror venga de las calles, donde la responsabilidad se diluye entre las “balas perdidas” y los “ajustes de cuentas”. Para cuando el grito de dolor de las familias en duelo llegue desde la morgue hasta Miraflores, ya los operativos “Caracas Segura” habrán lavado las manos de la rumba de Pilatos que gobiernan este país.

Hace falta darnos cuenta de la intencionalidad que subyace detrás de toda la impunidad que mantiene a Caracas bajo fuego. Los ciudadanos son atacados, los funcionarios protegidos. El venezolano está a merced de los criminales mientras los del gobierno andan escoltados. Eso configura un esquema de dominación a través del terror. Es un apartheid que permite a los de arriba tomarse su tiempo. Por eso no se ocupan de la seguridad pública ni de encerrar a los asesinos y secuestradores. El desamparo ciudadano no es tema de agenda para el ministro del Interior, ni de discurso para el presidente. ¿Qué extraña complicidad existe entre el crimen y el gobierno que ampara esta impunidad? ¿Cómo es esto de hacerse los desentendidos cuando el parte de guerra semanal monta a los 50 muertos? ¿Quiénes son los que, en verdad, aprietan los gatillos?

Tenemos que preguntarnos qué es lo que hay detrás del fuego que abrasa a Caracas, porque a lo mejor no es el hampa común, ni las FARC –que aquí se han agarrado la vega pa’ potrero-, ni siquiera tanto policía devenido en cuatrero que anda de su cuenta. Cuidado y ese fuego se genera en las alturas de un poder que lo atiza porque calcula que, por ahora, no alcanzará su rabo de paja.-

Macky Arenas
Socióloga y periodista
mackyar@gmail.com